United States or Pitcairn Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Acompañábalo una niña de quince o dieciséis años, espléndidamente bonita y vestida con una sencillez y una elegancia admirables. Para más señas, tenía un hoyito en la barba que se llevaba los ojos de uno, como si no tuvieran dueño.

En cambio los de la bolsa de don Álvaro saludaban a los Vegallana; sonreían a la Marquesa, asestaban los gemelos a Edelmira y hacían señas al Marqués, y a Paco, que solían visitar aquel rincón comm'il faut. También esto lo envidiaba Ronzal, que era amigo político de Vegallana; pero trataba poco a la Marquesa.

Pero me quedaba todavía el deseo de ir al bosque y llegarme hasta la casilla del guarda; y cuando mi linda camarera me dijo que podía tomar el tren en otra estación, andando cosa de dos leguas a través del bosque, resolví enviar mi equipaje directamente a las señas que había dejado Juan, dar mi paseo y continuar después el viaje a Estrelsau.

El tal morrión inconmensurable se estaba viendo, , sobre la cabeza de aquel buen señor por la fuerza de la analogía, aunque estaba descubierto y vestido de paisano. Pero si por un hilo se saca un ovillo, suele también sacarse por una cara un morrión, y así se podía decir a boca llena que nuestro individuo era militar y por más señas ayacucho.

Yo dije a la chiquilla: «Abre, hija mía, y a quien quiera que sea le dices que no estoy». Desde el escándalo que me armó aquel tunante de la tienda, no me gusta recibir a nadie cuando no estás ... Abrió Celedonia... Yo sentía desde aquí una voz grave, como de persona principal, pero no pude entender nada... Luego me contó la niña que era un señor sacerdote... ¿Qué señas?

Se inclina, saluda con la espada; allá, en el extremo de la calle, con las mejillas arreboladas y los ojos brillantes, agitando su pañuelo, está lo que busca, la mujer de su hermano. La joven ríe, hace señas, se empina; quiere seguirlo con los ojos hasta que desaparezca en el torbellino de polvo.

El capataz habló con mi padre; y éste, de repente, me hizo señas de que me acercara, y dijo: ¡Este es el muchacho!... Como obediente y humilde, no tiene yunta ... ¡el otro que podía igualarlo se nos murió la vez pasada!... ¡Como conocedor del monte y del arroyo, lo verá en el trabajo!

»Muy señor mío: Aunque no tengo el honor de conocerle, me tomo la libertad de dirigirle la presente para que, á vuelta de correo, me diga si eres ó no es usted el mismo Fulano de Tal que estudió conmigo latín en la villa, y que, por más señas, me quedó debiendo dos reales y medio y unos tirantes de goma.

Entre usted, tiíta Silda, así me ayudará a atar la corbata. Era él delgaducho y endeble, rubito y anémico, los ojos azules, muy grandes y muy abiertos, ojos de tonto o de inocente, como angelote de retablo; estatura, menos que regular; señas particulares, ninguna... al parecer.

Yo pensaba dar razones y probar... No, señor, no pruebe usted nada. ¿Usted se quiere perder? Diga usted, ¿qué señas tiene el adversario de usted? ¿Es alto? Mucho; se pierde de vista. ¿Tendrá seis pies? Más, más: hágale usted más favor... pero ¿qué tiene que ver eso con la cuestión de tabacos? ¿No ha de tener? Empiece usted diciendo que su artículo de usted es bueno: primero porque él es alto.