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Era el gallito del barrio, el perdonavidas de la partida, capitán de gorriones, bandolero mayor de aquellos reinos de la granujería, angelón respetado y temido por su fuerza casi varonil, por su descaro, por su destreza en artes guerreras y de juego. Así no hubo en el cotarro uno solo que no temblara al oírle gritar: «¡Estarvus quietos!.., ¡vus voy a reventar!...».

Es dicho General muy circunspecto y afable, sin que desmienta su señorio á su gratitud: es temido y respetado de los suyos; pues, queriendo bajar algunos solteros y solteras á la canoa, para verla por curiosidad, mandóles en su lengua se estuviesen quietos, y lo practicaron, y á súplicas mias se les permitió paso á su curiosidad, que á , no lo consiguiesen.

Si el venerable Marcones tuviese en aquel momento cabales sus facultades de observación, hubiese advertido acaso en la mano de la autoridad cierta tendencia muy determinada al movimiento convulsivo. El ladrón, al sentir los pasos de la patrulla, volvió la cabeza con sobresalto y permaneció inmóvil con la ganzúa en la mano. Don Roque y Marcones también se estuvieron quietos.

La Esperanza izó algunas velas y su tripulación dejó los botes para subir á bordo. Los remeros de las lanchas recibieron orden de mantenerse quietos. Todos se despidieron con mucha gritería del capitán é inmediatamente pusieron proa á la ciudad. El sol iba á ocultarse.

Contuvo a los poneys durante algunos instantes, obligándolos a estarse quietos en su lugar; luego, envolviendo a los delanteros con una doble y larga ondulación de su látigo, los hizo arrancar de un solo golpe, con incomparable destreza, y salió magistralmente del patio de la estación, en medio de un prolongado murmullo de asombro y admiración.

Tienes razón. ¡Qué hermosas serán las fiestas que los ángeles celebran en honor de Dios! ¿No hubiera valido mucho más morirse de niño, sin haber pecado, para ser uno de esos ángeles que están á los pies de la Virgen?... Pero ahora... ahora ya no puede ser... Debemos contentarnos, si somos buenos, con ir al cielo y estarnos allí muy quietos, gozando con ver á Dios, y nada más...

Allí en la torre que vistió la yedra Su luz derrama la naciente luna, Y el buho errante de una en otra piedra Con su queja las ruinas importuna. Aquí á la sombra de olmos y de abetos En tumbas que la grama festonea, Duermen en tierra, ya por siempre quietos, Los rústicos abuelos de la aldea.

Mirémos una torre que está á la otra parte de un monte de modo que de esta no veamos sino el remate, y nos parecerá que está pegada al mismo monte, despues mirando la misma torre desde la cumbre del monte nos parecerá muy apartada. He conocido y tratado á un hombre que veía los objetos al reves, y cada dia sucede que á los que padecen vahidos les parecen moverse los cuerpos que están quietos.

Un poco de susto en el primer momento, y después ¡pum, pum, pum! el escarmiento que les hace falta, el presidio, y hasta su poquito de garrote, para que vuelvan a ser prudentes y nos dejen quietos una temporada. Don Pablo iba a mandar que cerrasen las puertas y las ventanas bajas de su hotel. Si Fermín no quería quedarse, debía salir cuanto antes.

Por tierra de aflicción y de angustia. Leones y leonas en ella. Basilisco y áspide volador, llevado sobre hombros de bestias sus riquezas, y sus tesoros sobre corcovas de camellos, a pueblo que no les aprovechará. 7 Ciertamente Egipto en vano e inútilmente dará ayuda; por tanto yo le di voces, que su fortaleza sería estarse quietos.