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Actualizado: 11 de junio de 2025


Pues vais a ver; estaos quietos ahí. Y apartándose poco trecho de ellos se agazapó al lado de una puerta y soltó tres chillidos descomunales, idénticos a los que lanzan los perros cuando se les castiga. Un ladrido inmenso, furioso, universal, resonó inmediatamente por los espacios.

Esta vista y espectáculo causó gran temor y espanto á los neófitos, y viendo entre tanto que venían á la plaza muchas cuadrillas de gente que andaba rondando y tomando los puestos y boca-calles, bien que quietos y en silencio, sospecharon que semejantes exequias se disponían para ellos, por lo cual se quisieron luego poner en salvo; causa porque le hicieron al siervo de Dios tales instancias, que le fué necesario salirse antes de amanecer y volverse, con increíble dolor suyo, porque perdía la esperanza de reducir en breve aquella no mal dispuesta nación al conocimiento de Cristo, y de lograr en poco tiempo una copiosa ganancia de almas para el cielo.

Un hermoso perro de caza negro saltaba junto a él, y los faldones de su desmesurada levita se movían como si fuesen alas. Todo el mundo exclamó: Es el doctor Lorquin, el del llano, el que cura gratis a los pobres; viene con su perro Plutón; es una excelente persona. En efecto, era él, que llegaba trotando y dando voces: ¡Alto!... ¡Quietos!... ¡Alto!

Al ver a la santa parlamentando con ellos, salió de su tenducho y encarándose con la infantil cuadrilla, les dijo: «Ya veis, gateras, lo que vus dice la señorita. Que vus estéis quietos, que vus estéis callados, que si no, vus llevará a todos a la cárcel».

Ramiro escucha esos quietos rumores de la ciudad adusta y monacal, el canto de un gallo, el tañido de una campana de monasterio, la menuda pisada de un borrico en las losas. La calentura le martilla las sienes. En medio de la estancia, sobre un taburete, hay un pebetero encendido.

Pero lo que más atrae mi curiosidad, son sus ojos, grandes, quietos y verdes, de un verde muy claro; ojos distraídos que parecen desdeñar lo que los labios van diciendo. Aunque fuerte, Pablo Hervieu es pesimista y escéptico. «La intimidad escribe en su libro «Pintados por mismos», ya lo sabes, es el medio de decirle á un amigo lo que un enemigo piensa de él».

Marchaban emparejados y sumidos en sus reflexiones. El corredor parecía interminable. Se veían a ambos lados blancas puertas cerradas; detrás de unas reinaba un silencio absoluto; detrás de otras se adivinaba una ligera agitación: la de los enfermos insomnes, que no podían estarse quietos. El corredor no se terminaba jamás, y las puertas eran extrañamente numerosas.

Lo tengo bastante bueno, del que olvidara en la bodega mi tío, que en paz descanse. Esto os reconfortará y servirá de distracción. Pues debéis sentiros un tanto aburridos de estaros quietos tantos años y hasta siglos colgados de las paredes... Aceptamos repuso en seguida don Fernando. Todo sea a la mayor gloria de Dios dijo fray Anselmo, el dominico.

Pepe no le vio; pero Pateta se fijó en él y hubo un momento en que, interrumpidos los disparos carlistas, el gatera madrileño, que iba trepando cuesta arriba como una alimaña del monte, oyó clara y distinta la voz de aquel hombre que, agitando furiosamente el sable, gritaba a los de la trinchera: ¡Quietos ahora! ¡quietos, y luego tirar a los oficiales!

Los niños nada decían; habíanse apartado el uno del otro como si temieran comunicarse sus impresiones, y estaban allí acurrucados, quietos, muy calladitos..., muy calladitos... Un criado entró en el estudio anunciando que el almuerzo estaba servido, y Jacobo y Currita se fueron a poco sin volver a ocuparse más del regalo de los niños.

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irrascible

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