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¡Ah, Cervantes!... ¡Ya! exclamó D. Nemesio abriendo mucho los ojos para expresar que no era insensible a este nombre. Y luego, encarándose conmigo, me preguntó con interés: Cervantes era un hombre muy despejado, ¿verdad? No, señor respondí bruscamente, echándome a dormir y tapándome con la manta. Comenzó a clarear el día en Despeñaperros.

«, Señor Excelentísimo, , católico auditorio, aquellos habitantes de las orillas del Nilo, aquellos ciegos cuya sabiduría nos mandan admirar los autores impíos, adoraban el puerro, el ajo, la cebolla». «¡Risum teneatis! ¡Risum teneatisrepetía encarándose con el perro de San Roque, que estaba con la boca abierta en el altar de enfrente. El perro no se reía.

No ha tomado el camino de Canzana: yo mismo le he visto seguir el de Villoria. La joven se puso roja como una amapola y con semblante airado respondió encarándose con el mayordomo: Á no me importa el camino que toman los demás. Eso queda para usted que pasa la vida fisgando cuanto entra y cuanto sale y averiguando lo que hay y lo que no hay.

Clementina, que iba a salir por la puerta de la antesala, retrocedió para hacerlo por la de su boudoir. Antes de desaparecer, teniendo el portier levantado con una mano y encarándose con su marido, le dijo con reconcentrada ira: Al fin resultas un puerco como tu cuñado; sólo que éste no las echa como de generoso. Dejó caer el portier y dió un gran portazo.

Aguardó pacientemente, como todos los hombres seguros del éxito, a que hubiese una pausa, y cuando llegó, profirió con su voz gangosa, penetrante, encarándose con el ama de la casa: ¿A que no sabe usted a quién acabo de ver entrar en casa de su hermano, en compañía del excusador? A Obdulia le dio un salto tan recio el corazón, que pensó caer al suelo.

El travieso atlot quedó frente a su pareja, moza arrogante y fea, de rudas manos, pelo aceitoso y cara negra, que le llevaba de estatura casi toda la cabeza. El muchacho protestó, encarándose con los músicos. Nada de llarga; quería bailar la curta. La «larga» y la «corta» eran los dos únicos bailes de la isla.

Al ver a la santa parlamentando con ellos, salió de su tenducho y encarándose con la infantil cuadrilla, les dijo: «Ya veis, gateras, lo que vus dice la señorita. Que vus estéis quietos, que vus estéis callados, que si no, vus llevará a todos a la cárcel».

Una mujer mal vestida atropelló en cierta ocasión al criado, se metió por el pasillo adelante, entró sin anunciarse en el despacho, y encarándose con D. Manuel, dijo con lágrimas y gestos de teatro: «Señor, soy viuda de un Pez». Don Manuel repartía promesas, limosnas, a veces credenciales de poca monta, y para todos tenía un consuelo, una palabra o un duro. Era bondadoso y muy bien educado.

Al medio día la partida se alejó en la dirección marcada por el trazado de la vía férrea. Llegada la noche, Pateta y su compañero huyeron por los mismos senderos que a la mañana y con arreglo a las instrucciones de su compasiva salvadora, que encarándose con el madrileño dijo: Si no escapas, pues, tirarte tiros hasen.

Debe nutrirse con leche, pollos, huevos frescos y cosas análogas. ¡Cuando yo le decía a usted prorrumpió la abuelita encarándose con el tío Pedro que el señor es el mejor médico del mundo entero! Cuidado que no cante advirtió Stein. ¡Que no vuelva yo a oírla! exclamó con dolor el pobre tío Pedro.