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Actualizado: 22 de mayo de 2025


¡ le has herido, Plutón! exclamaron varios encarándose con el feroz minero. ¡Yo! profirió éste fingiendo con admirable serenidad la sorpresa. ¡, ! dijeron los paisanos que se hallaban cerca. ¿Con qué arma?... Aquí tenéis mi navaja respondió sacándola del bolsillo y presentándola. Plutón, como criminal experto, llevaba siempre dos navajas.

El catalán sonreía de un modo beatífico, acabando de decir esto. Un silencio lúgubre siguió a sus palabras. Quién más, quién menos, todos estábamos irritados de tal desvergüenza, y teníamos los ojos puestos en el plato. Al cabo de algunos segundos, Cueto levantó la cabeza, y encarándose con él, le preguntó con impertinencia: Oiga usté, señor Llagostera, ¿su padre de usté era de Cabra?

Encarándose este con Fray Miguel, apenas dejó caer la compuerta por donde había entrado, le dijo con gravedad solemne: Si fuera lícito valerse de palabras sagradas, aplicándolas a lo profano, con el único propósito de hacerse entender mejor, yo me atrevería a decirte, a fin de inspirarte denuedo y a fin de infundirte omnímoda confianza en , que yo soy resurrección y vida, y que si crees en , vivirás, cuando mueras.

García creyó escuchar una voz misteriosa en sus oídos que le gritaba: «¡Arráncale la vida! ¡Bebe toda su sangreSe abrió paso al través de la muralla de carne que le separaba de aquel ser abyecto y encarándose con él le dijo temblando de cólera: Sólo por un desconocimiento absoluto de los principios que informan el arte dramático se puede hacer una crítica tan ligera, tan superficial y tan injusta como la que usted está haciendo de la obra que se representa.

Te lo digo yo, Marmitón de los demonios, aunque me pegues añadió encarándose con el gigante ; te lo digo yo, ¡cuartajo!, yo, que tengo buenas pruebas de ser verdad: y te lo digo con el alma y vida. Si quieres creerme, me crees, y si no, peor para ti. ¿No es así, Cura?

¡Ya lo creo!... Pues hija, que se le quite a Vd. eso de la cabeza. ¿Me dispensa Vd., verdad? ¿Me deja usted que bese al niño? ¡No eches tierra en la ropa, condenao! Ven aquí, que te va a dar un chichi esta señora. ¡Ay hija! añadió, encarándose con Paz desengáñese Vd., cuando una quiere a un hombre, no hay señorío que valga, toas semos iguales. Paz salió de allí con el alma henchida de gozo.

Palabra del Dia

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