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Extraño fenómeno y singular aprieto para el escritor el de estos dos extremos opuestos, hijos legítimos de la confusión de ideas en todo orden de cosas que caracteriza nuestra época, y reconoce por origen, entre otras mil causas, la orgullosa suficiencia propia, el desprecio de la autoridad que legítimamente define, la falta de profundidad y método en los estudios, el magisterio superficial, intruso e interesado de los periódicos, y la funesta propensión a juzgar lo que pasa en el corazón ajeno por lo que sucede en el propio.

Que sea el objeto vértice del ángulo de visión del pintor, y no el pintor vértice del ángulo de contemplación del panorama, como lo es el novelista. El pintor que pinta cuadros de más de dos metros cuadrados, es inexorablemente un pintor superficial.

Y éste es el cambio que se inicia en la política española. A primera vista, parece que se trata de un cambio superficial, y quizá no se trate, en efecto, de un cambio muy profundo. Sin embargo, yo creo que entre el político gallego y el político catalán hay una diferencia mucho más importante que la del acento. Lo terrible del político gallego era su asombrosa capacidad de reproducción.

Unas veces eran seres; otras eran cosas; otras, conceptos e ideas; otras sensaciones de los sentidos; otras, delicadas emociones. Tal vez se producían resultados que, para un espíritu superficial, pudieran parecer cómicos; pero, en el fondo, todo era muy serio.

La mujer vana y superficial seguirá pintándose, con arreglo a los cánones que en la moda imperen. Porque también en esto de la pintura existe la moda. Nos lo demuestran unos versos clásicos de la comedia de Calderón de la Barca titulada «Eco y Narciso». « Un tiempo se dieron En usar ojos dormidos; No había hermosura despierta, Y todo era mirar bizco.

Perdió terreno el oficial de día, en día y comenzó a decirse entre los comensales que formaban el público, que tenía una ciencia superficial y que el sobrinito de D. Manuel le ponía muchas veces las peras a cuarto.

La intención poética de Guevara no es, por lo común, muy profunda, ni se propone tampoco en sus comedias producir impresión indeleble: su estilo, comparado con el de los grandes maestros, es más superficial; el fondo de sus composiciones se derrama y termina en la acción de tal suerte, que no hay que buscar más allá ninguna otra poesía más honda y transcendental; sin embargo, el poeta se mueve con soltura y desembarazo en la esfera subordinada que se ha trazado; no llena en sus dramas grandes fines, pero alcanza siempre los que se propone y nos satisface con ellos.

Su inteligencia, que era muy perspicaz y cultivada del modo que hemos dicho, prestaba más fuerza á aquel sentimiento exagerado; y el consorcio extraño de sus facultades intelectuales con su gran pasión, unido á su trato indomable, hacía de él uno de esos seres monstruosos, que la observación superficial califica ligeramente de este modo: un loco.

La cuestión, para el pintor de grandes dimensiones, es de concepto; de que se cuenta que debe ser artísticamente superficial, o de que sea superficial e inartístico sin darse cuenta.

El teatro es síntesis, refundición, abreviatura: algo que para interesar, para vivir, necesita tener toda la rapidez palpitante de la vida; la intensidad, superficial y compendiosa, del gesto; la pintoresca movilidad de una cinta cinematográfica. ¿Un ejemplo? «La casa de la dicha», de Jacinto Benavente.