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Ahora, usted a volver la vida a la pobre Nieves, y yo a la botica con la buena nueva. Quisiera tener alas para llegar de un vuelo desde aquí. Aguarde usted un instante... Entérese de esa carta que tengo en el bolsillo desde ayer tarde: la que armó la tempestad. «Nacho...» ¡Hola! ¿Del sobrinito, eh?... ¡Demonio!... ¡demonio!

Se oyó el ruido de la silla del cura al levantarse con violencia. No; no se vaya... yo me iré... ¡si yo soy el último mono! ¡si ya que quien priva aquí es el sobrinito!... Pero algún día le abrirá Dios los ojos... Al fin se ha de saber quiénes son los que sirven desinteresadamente, y quiénes los que vienen solamente a pescar una herencia.

Las pobrecillas siempre afligidas y achacosas.... A toda hora pensando en el sobrinito, en el sobrinito mimado. ¡Quiérelas mucho, Rodolfo! Por ... ¡hacen milagros!... Pero, ¡qué tengo que decirte, cuando eres tan bueno y tan noblote! ¡Pasa, muchachito, pasa! Decía esto acariciándose e impulsándome hacia adelante, entre la doble hilera de bancas.

¿Por qué lado voy? Por el que te la gana. Entonces voy por el de tu corazón y me quedo en él de huésped. En mi corazón no caben tíos fanfarrias... Acabo de salir de un fachendón y ¿quieres que en otro? Te arrepentirás de haberme insultado sin motivo. Me acerqué á María para preguntarle solamente por su sobrinito que está enfermo... Ya sabes cuánto he querido yo siempre á ese niño...

Cuando se me pase el coraje, volveré a casa... Ahora, se me ocurre darte un encargo, ya que he tropezado contigo: ¿irás esta noche a casa de Esteven? No ... ¿Irás? la familia no saldrá hasta mañana, quizá, para el Frigal... Vete, pues, y entregas esta carta, en mano propia, a Susana. ¿Esta carta? La tomó el filósofo, apenas repuesto, sin quitar ojo del sobrinito, que sonreía siempre.

«¡Estarse una matando toda la vida prosiguió ella , para sacar adelante al dichoso sobrinito, sortearle las enfermedades a fuerza de mimos y cuidados, darle una carrera quitándome yo el pan de la boca, hacer por él lo que no todas las madres hacen por sus hijos para que al fin!... ¡Buen pago, bueno!... No, no me expliques nada, si estoy perfectamente informada.

Porque si su sobrinito no anduviese haciéndole la rosca, la chica se daría con un canto en los pechos por atrapar a su tío... Pero ya se ve, a usted no hay que tocarle el sobrinito, porque en seguida se pone hecho una víbora... Pues sépalo usted, que todo el mundo lo dice, que ha sido y es un calavera perdido... y que si vino tan malo a este pueblo, no ha sido por enfermedad que Dios le haya dado, sino por los excesos de comer y beber, y de otras cosas...

Una sola vez en su vida tuvo que ver con gente de mala ralea, con motivo del bautizo del chico de un sobrino suyo, que estaba casado con una tablajera. Entonces le ocurrió un lance desagradable del cual se acordó y avergonzó toda su vida; y fue que el pillete del sobrinito, confabulado con sus amigotes, logró embriagarle, dándole subrepticiamente un Chinchón capaz de marear a una piedra.

Por la noche estaba hasta las doce y a veces hasta la una, no faltando ni aun cuando se veía acometido de sus terribles jaquecas. La sorpresa y confusión que a doña Lupe causaba esto no hay para qué decirlas, y no se satisfacía con las explicaciones que su sobrinito daba. «Aquí hay gato encerrado decía la astuta señora , o en términos más claros, gata encerrada».

Su hermana la había humillado, su hermana se enfadaba de que quisiera tanto al sobrinito. ¿Y aquello qué era sino celos?... Pues cuando ella tuviera un chico, no permitiría a nadie ni siquiera mirarle... Recorrió el espacio desde la calle de las Hileras a la de Pontejos, extraordinariamente excitada, sin ver a nadie. Llovía un poco y ni siquiera se acordó de abrir su paraguas.