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Actualizado: 7 de mayo de 2025
La tía Eugenia y Máxima los contemplaban sonriendo maliciosamente. A las once se celebraba la misa solemne de la parroquia, y como ya habían repicado la segunda vez, todos en la casa se dispusieron a salir para oírla. La tía Eugenia, Andrés, Rosa, Máxima y un sobrinito que tenían consigo se echaron fuera de casa, dejándola cerrada.
¡Ah, sí!... Ni me había fijado siquiera... Creo que me preguntaba por mi sobrinito. Está bien; pero otra vez, cuando te pregunte por tu sobrinito, procura que yo no esté delante manifestó el guapo con calma amenazadora. María quedó turbada y balbució con timidez: ¿Por qué?... No entiendo... Hijo, tú por cualquier cosilla te remontas... No hablemos más. Ya te he dicho lo que hace al caso.
El sobrinito, cuando creía que las monedas se movían, atarugaba el bolsillo como quien ataca un arma. ¡Creeríase que le había salido un tumor en la pierna!... Afanes y contratiempos de un redentor i Grande fue el asombro de Fortunata aquella noche cuando vio que Maximiliano sacaba puñados de monedas diferentes, y contaba con rapidez la suma, apartando el oro de la plata.
Ya el otro le había sentido, y se vino derecho al bulto, con la cerilla en la mano. ¡Sobrinito! exclamó el filósofo, ¿qué haces aquí, en mis dominios?
Mirábale ella lo mismo que el día infausto en que le robara los botones arrancándolos de la ropa... Y al sobrinito se le alborotó la conciencia, haciéndole ver peligros donde no los había. «Me parece cavilaba, tragando la sopa , que la colcha no ha quedado muy limpia... Caspitina, se me olvidó una cosa; pero una cosa muy importante... ver si habían caído pedacitos de barro en alguna parte.
Palabra del Dia
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