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Actualizado: 21 de septiembre de 2024
Todo hombre es libre, y os podeis ir quando quisiéreis; pero es muy ardua empresa el salir de este pais: no es posible subir el raudo río por el qual habeis venido por milagro, y que corre baxo bóvedas de peñascos; las montañas que cercan mis dominios tienen quatro mil varas de elevacion, y son derechas como torres; su anchura coge un espacio de diez leguas, y no es posible baxarlas como no sea despeñándose.
Afranc, propiamente Francia; pero los árabes aplicaban este nombre á todos los dominios cristianos que caían al norte de sus provincias en España; así como llamaban Andalús á toda la tierra que ellos aquí enseñoreaban.
Pero las vicisitudes de la época privaron á sus descendientes de gran parte de aquellos dominios y por fin les fué confiscado el señorío de Bisterne en provecho del patrimonio real, por complicidad de uno de los Clinton en un alzamiento sajón.
Prefiero, no obstante, improvisar algunas cuartillas, que caerán fuera de los dominios de la ciencia histórica, hacia la cual me siento antes de almorzar poco inclinado.
No vamos á tratar á la mujer á la sombra de un patrón de la moda elegante, ni á la semiluz de una bambalina, ni á las tinieblas de un coche con cortinillas, ni á los truenos y relámpagos de un can-can; no, vamos á ocuparnos de la primitiva hija del Oriente, raza hoy poco conocida, que después de haber perecido casi por completo en las Américas, va siguiendo la misma suerte en los inmensos dominios que comprende la India inglesa.
En los reinados de Carlos V y de Felipe II, ¡cuánto mejor aprovechamiento tuvieran sus juveniles energías, al frente de los tercios de Flandes y de Italia, o de las huestes conquistadoras de las Indias! ¡Felices tiempos aquellos en que el sol no se ponía nunca en los dominios del Rey Católico!
En ocasiones, cuando una llama más viva se despierta sobre los carbones, el círculo luminoso ensancha sus dominios y arroja vivos reflejos á las paredes. Entonces, entre los vacilantes rayos de la llama, percíbense los contornos severos de los sillones arrimados al muro. Tal como aparecen, correctos, graves, inmóviles, semejan un congreso constituído en sesión permanente.
Y sin embargo, aquellos hombres de antaño apenas si paraban mientes en estas «pequeñeces,» para dedicar toda su poderosa inteligencia, toda su voluntad de hierro, todos sus nobles estímulos al fomento de las ciencias, de las letras y de las artes, al engrandecimiento de nuestros dominios, á la realización de épicas empresas con las cuales asombraron al mundo, pudiendo decir enfáticamente que: «en sus dominios no se ponía el sol.» Hoy por el contrario, pobres, descaecídos, faltos de ideales y de energías, habiendo dejado perder el inmenso patrimonio que nos dejaron nuestros abuelos, «armamos un dos de Mayo.» al encontrar á nuestro paso un montoncillo de basura.
Nuestros dominios se extendían por toda la nación, de punta a punta, y no había provincia donde no poseyésemos algo. Todo contribuía a la gloria del Señor y a la decencia y bienestar de sus ministros; todo pagaba a la catedral: el pan al cocerse en el horno, el pez al caer en la red, el trigo al pasar por la muela, la moneda al saltar del troquel, el viandante al seguir su camino.
También conocía él este palacio, puramente de aparato y deshabitado, pues el príncipe reinante, en las cortas visitas á sus dominios, prefería vivir en su yate. Primeramente llamó su atención la guardia del edificio. Los soldados de Mónaco, viejos gendarmes franceses, habían partido á la guerra, y una milicia nacional se encargaba de sustituirlos.
Palabra del Dia
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