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"Tal espinan y escuecen las razones de vuestra epístola, que no semejan sino escritas con el bello de vuestros belfos y quijadas, que no son más ásperos los ortigales de la montaña. "Y no pensedes que soy hijo de paloma blanca o Juan de buen alma que me tomo las barbas con jayán de tres estados y me barajaré con diez gigantes.

Los días inmediatos desarrollaron para Ramiro una de esas bregas interiores que semejan la alternativa de un anciano y un mancebo. El entendimiento razona, aconseja, predice; mientras la voluntad, sintiéndose por fin reducida, se dispone a obedecer. Llega luego la acción, y no queda sino el vuelco del azar y el ardor de la sangre.

Cae la inmensa cascada en numerosos raudales cual los niveos cendales de una vírgen desposada. Y aquella masa agitada de cortinas espumosas que se pierden rumorosas en el fondo del abismo, semejan el eco mismo de una conciencia irritada. El ambiente, saturado de mil líquidos vapores, llena de frescos olores aquel lugar retirado.

Debajo de la capa protectora de las nieves, la temperatura del suelo no ha bajado tanto como en la superficie exterior, barrida por los vientos fríos, y durante los largos meses de invierno, depósitos diminutos de aguas, que semejan gotitas en un vaso diamantino, existen bajo los hielos.

Los santos que lo adornan semejan farolones gigantescos; las hornacinas troneras, los barandajes, los nichos, las mórbidas roscas de las columnas salomónicas, todo se me antoja como perteneciente al dominio de la antigua arquitectura naval. Caía la tarde.

De pronto ve surgir unas canteras que semejan las ruinas de un castillo: El eco de los truenos rueda encantado entre ellas. Al acercarse oye ladrar un perro, y otro relámpago le descubre una hueste de mendigos que han buscado cobijo en tal paraje.

¡El Pato! juego fuerte Del hombre de la pampa, Que marca las costumbres De un pueblo varonil. Para crispar los nervios, Para tender los músculos, Como el convulso jóven, En el dolor febril. Las fiestas populares De un pueblo de valientes Semejan á las rudas Caricias del leon, Porque el pampero raudo Batiendo en esas frentes Parece que inocula Vigor al corazon.

Los dos grandes escobenes para las cadenas de las anclas que llevan a proa, y que por las pinturas que los adornan semejan ojos, dan a esas naves aspecto de monstruos marinos. El junco navegaba despacio y con grandes precauciones.

Pero advierte que esas figuras que semejan hombres, y que ves bullir, empujarse, oprimirse, retorcerse, cruzarse y sobreponerse, formando grupos de vida como los gusanos producidos por un queso de Roquefort, no son hombres tales, sino palabras. ¿No oyes el ruido que se exhala de ellos? ¡Ah!

En un negro rincón duerme el mazo que otros días batiera el metal... ¡Cómo duele esta paz de la fragua! ¡Cómo duele esta paz! "¡Hola, herrero! ¿qué tienes? ¿qué inercias han ganado tus músculos hoy? Tus brazos semejan dos ramas tronchadas, dos angustias largas de una abdicación. ¡Levántate, herrero! Haz que de la fragua resucite un sol.