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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Cuando mi padre lo sepa, será amigo vuestro y os hará conducir a todos a vuestra patria. ¿Está muy lejos el Durga? A dos jornadas de marcha. ¿Cuándo crees que fué el asalto? Al alba, porque estas ramas tronchadas están aún húmedas de savia. Si hubiera sido ayer, ya estarían secas.

Rafael creyó varias veces oír en la ribera, a lo largo de los cañaverales, ruido de cañas tronchadas, pasos cautelosos de gente que les seguía. Calla, alma mía. No cantes; te van a conocer. Adivinarán quién eres. Llegaron al ribazo donde habían embarcado. Leonora saltó a tierra; quería ir sola hasta casa; se separarían allí. Y la despedida fue dulce, lenta, interminable. Adiós, amor; un beso.

Los vehículos marchaban por caminos abiertos entre las filas de troncos, pero el gigante, al seguirlos, tropezaba con el ramaje en forma de bóveda, acompañando su avance con un continuo crujido de maderas tronchadas y lluvias de hojas.

Había matas tronchadas, yerbas pisoteadas y troncos de árboles erizados de flechas. El banco de arena, que la baja marea había dejado al descubierto, estaba sembrado de trozos de lanzas y cuchillos y de escudos rotos.

Un leve ruido de ramas tronchadas, una ondulación casi imperceptible del matorral, le llenaron de salvaje alegría. Había alcanzado al enemigo indudablemente, y en su satisfacción, se llevó una mano a la cabeza para convencerse de que no estaba herido. Al pasarla después por su cara cayó de sus mejillas y sus cejas algo menudo y granujiento. No era sangre: era tierra, polvo de argamasa.

Los que nunca han visto a un notario corriendo tras sus narices no podrán hacerse cargo de su ardor. ¡Adiós frambuesas y fresas! Por dondequiera que pasaba el alud, quedaba la cosecha apabullada, destruida, aniquilada; todo eran flores mustias, brotes rotos, ramas tronchadas, tallos pisoteados.

Y empezó una carrera loca en el profundo cauce, andando á tientas en la sombra, dejando perdidas las alpargatas en el légamo del lecho, con los pantalones pegados á la carne, tirantes, pesados, dificultando los movimientos, recibiendo en el rostro el bofetón de las cañas tronchadas, los arañazos de las hojas rígidas y cortantes.

En un negro rincón duerme el mazo que otros días batiera el metal... ¡Cómo duele esta paz de la fragua! ¡Cómo duele esta paz! "¡Hola, herrero! ¿qué tienes? ¿qué inercias han ganado tus músculos hoy? Tus brazos semejan dos ramas tronchadas, dos angustias largas de una abdicación. ¡Levántate, herrero! Haz que de la fragua resucite un sol.

Palabra del Dia

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