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Actualizado: 21 de julio de 2025


Del silencio de la arboleda surgían gritos de pájaros invisibles, saludos burlones a los bípedos que avanzaban en el silencio junto a los matorrales, evitando destacar sus siluetas sobre los espacios de tierra blanca; menudas carreras que denunciaban el medroso despertar de los conejos, asustados por los pasos cautelosos de la cuadrilla. Maltrana dudaba de la realidad.

No andan en sus cuadros Melibeos y Tirsis, sino montañeses ladinos y litigantes a nativitate, entreverados de sencillez y malicia, atentos a su interés y a las contingencias del papel sellado, y juntamente con esto cautelosos y solapados en sus palabras, como suelen ser los rústicos, a lo menos en nuestra tierra, aunque no sean así los que se pintan en las églogas y cuentos de color de rosa.

Púsose á escuchar sobresaltado y oyó pasos cautelosos que se alejaban de su puerta y continuaban escalera arriba. Poco después resonó algo como un grito ahogado, como un lamento de agonía y cuando Roger se disponía á saltar del lecho, dirigió la vista á la ventana y quedó casi paralizado de terror.

Si decia uno un dicho agudo, baxaban los demas los ojos, y se mordian la lengua de sentimiento de no ser ellos los autores. Eran ménos cautelosos que los magos porque no aspiraba su ambicion á tan altos objetos, solicitando cada uno un empleo de sirviente y la reputacion de grande hombre. Decíanse en su cara denuestos, que se les figuraban agudos epigramas.

Allende desto, el Bajá estaba con gran recelo y duda de detenerse allí, y se quería embarcar, porque había entendido que dentro del fuerte los cristianos hacían agua dulce del agua de la mar, sacándola por alambiques, como en efecto era verdad que se hacía, mas no bastaba para dar recaudo á todos los cristianos, y así Dragut deshacía todas estas cosas diciendo que los españoles eran mañosos y cautelosos, y que daban á entender que hacían esta agua, mas que no era verdad, ni menos podía ser, y así hacía detener al Bajá, según se entendía dentro del fuerte por vía de un renegado, el cual venía muchas veces de noche á hablar con D. Alvaro, y le traía avisos de todo cuanto se hacía en el campo, y esto también se entendía por pólizas que otros renegados tiraban con las flechas y caían dentro del fuerte, y éstos no osaban venirse á él, dudando de la falta que después hobo del agua, que al fin habían de venir á perderse y que á ellos les harían pedazos.

Tal creyó Bermúdez de Castro , y de creer es que Gaspar Burces, como cualquiera otro de los que amagaron á la vida del prófugo, obedecían al interés del lucro combinado con el de hacerse perdonar delitos propios, mientras que la credulidad resiste cuentos como el de la hermosaza, galanaza, gentilaza, muy dama, que, perdida de amor, vino á confesar á Pérez la celada que le tendían , ó los más cautelosos en que atribuye el interesado á D. Juan de Idiáquez y al Rey los intentos de borrarle de la lista de los vivos, por mayor realce de aquellos relatos de persecución nunca vista, de infortunios sin igual en monstruo de la fortuna, que le servían de pasaporte y bordón de peregrino.

Os lo entregaré esta noche en la reja de vuestra ventana le dijo en voz baja y con precipitación. Al dar las doce salió María de su cama con pasos cautelosos, después de asegurarse de que su marido yacía en profundo sueño. Stein dormía, en efecto, con la sonrisa en los labios, embriagado con el incienso que había recibido aquella noche María, su esposa, su alumna, la amada de su corazón.

Se los imaginaban pululando lo mismo que bancos de sardinas en las cavernas y escollos de aquel islote; los veían con el pensamiento pasando y repasando por debajo del vientre del navío, traidores, cautelosos, con su cabeza más voluminosa que el resto del cuerpo, aguardando que alguien cayese para triturarlo entre la triple fila de sus dientes.

Veía al héroe, al paladín, levantarse lentamente del sofá, con sus ojos de árabe fijos en ella; sentía sus pasos cautelosos; percibía sus manos al posarse sobre sus hombros; luego, un beso de fuego en la nuca, una marca de pasión que la sellaba para siempre, haciéndola su sierva... Pero terminó la romanza sin que nada ocurriese, sin que sintiera en su dorso otra impresión que sus propios estremecimientos de miedoso deseo.

Se irguió Ataide magnífico, esplendente, de amor y de bravura trasportado, y tendiendo su brazo al Occidente, así exclamó en acento prepotente por Leila y por la gloria arrebatado: ¡Infantes de Castilla jactanciosos, rey Adfun el rumy, que el fuerte muro acechais de Granada cautelosos, al logro de mis sueños venturosos iré por vuestra sangre, yo os lo juro!

Palabra del Dia

godella

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