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Así, mi primo Procopio, con una malicia harto inesperada en un espiritualista, contóle hace tiempo en secreto, guiñando los ojos ¡que yo poseía muchos papeles! ¡muchas pólizas! ¡muchas inscripciones!... Pues en la primera mañana que volví a la casa de huéspedes después de esta revelación, Pinho, ligeramente colorado, casi conmovido, me ofreció una cajita de dulce envuelta en una servilleta, ¡acto conmovedor que explica aquella alma!

Se le pusieron delante libros de actas, presupuestos, pólizas, planos, expedientes, una selva oscura que le hizo perder la noción del tiempo y la del espacio.... Se creía en el aire, en un aquelarre. Le zumbaban los oídos.

Allende desto, el Bajá estaba con gran recelo y duda de detenerse allí, y se quería embarcar, porque había entendido que dentro del fuerte los cristianos hacían agua dulce del agua de la mar, sacándola por alambiques, como en efecto era verdad que se hacía, mas no bastaba para dar recaudo á todos los cristianos, y así Dragut deshacía todas estas cosas diciendo que los españoles eran mañosos y cautelosos, y que daban á entender que hacían esta agua, mas que no era verdad, ni menos podía ser, y así hacía detener al Bajá, según se entendía dentro del fuerte por vía de un renegado, el cual venía muchas veces de noche á hablar con D. Alvaro, y le traía avisos de todo cuanto se hacía en el campo, y esto también se entendía por pólizas que otros renegados tiraban con las flechas y caían dentro del fuerte, y éstos no osaban venirse á él, dudando de la falta que después hobo del agua, que al fin habían de venir á perderse y que á ellos les harían pedazos.

Del campo de los enemigos se echaron flechas escritas y otras con pólizas de avisos para que estuviésemos apercibidos que querían dar asalto.

Doña Paula esconde su gato, ¡un gatazo! ¿Y las casas que compra el Magistral por esos pueblos? ¿Y las fincas que ha adquirido doña Paula en Matalerejo, en Toraces, en Cañedo, en Somieda? ¿Y las acciones del Banco? ¡Calumnia, pura calumnia! usted no ha visto las escrituras; usted no ha visto las pólizas; usted no ha visto nada....

Los capitanes de barcos negreros no necesitaban pólizas de cargo para dar cuenta del género recibido. Yo me figuro que Zaldumbide debía quedarse con más de la mitad de la ganancia en cada expedición. Durante el viaje, fuera de sus trabajos de capitán, solía rezar. Cuando se metía en el camarote, pasaba el tiempo jugando con sus monedas de oro, en compañía de la mona Mari-Zancos.