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A lo mejor, cualquier chusco se lo canta y ya tenemos jaqueca para rato... ¡Como no le por venir a matarme!... Eso tendrá que ver. Pero muy descuidada habría de cogerme, porque le deshago yo de un par de porrazos... Pero, ¿y si entra, se esconde, me acecha, y ¡pim!, me pega un tiro?... No; yo tengo que estar con mucho cuidado. Ni a Cristo le abro yo la puerta.

A Mesía le extrañó y hasta disgustó el entusiasmo de Ana. ¡Hablar del Don Juan Tenorio como si se tratase de un estreno! ¡Si el Don Juan de Zorrilla ya sólo servía para hacer parodias!... No fue posible tratar cosa de provecho, y el tenorio vetustense procuró ponerse en la cuerda de su amiga y hacerse el sentimental disimulado, como los hay en las comedias y en las novelas de Feuillet: mucho sprit que oculta un corazón de oro que se esconde por miedo a las espinas de la realidad... esto era el colmo de la distinción según lo entendía don Álvaro, y así procuró aquella noche presentarse a la Regenta, a quien «estaba visto que había que enamorar por todo lo alto».

Taparme los ojos para no ver sería imitar al avestruz, que esconde la cabeza creyendo evitar el peligro. El señor de Sorege no tiene fortuna, no es un genio, no posee una instrucción excepcional; no tiene más que su nombre. Si ese nombre no está sin mancha, no le quiero por nada del mundo. El golpe fué seco y duro como un latigazo.

Me despierto y suspiro y vuelvo a dormirme para ensoñar hasta el día de la verdad, que el oro, capaz de tantas locuras, no podrá jamás comprar. ¡Bello río! en tu clara y brillante onda de cristal, agua vagabunda, eres un emblema del esplendor de la belleza, un emblema del corazón que no se esconde ahora, un emblema de la alegre fantasía de arte en casa de la hija del viejo Alberto.

O a veces, cuando está trabajando cosas de números, o poniendo un libro sueco en español, la ve venir, venir despacio, como en una nube, y se le sienta al lado, le quita la pluma, para que repose un poco, le da un beso en la frente, le tira de la barba rubia, le esconde el tintero: es sueño no más, no más que sueño, como esos que se tienen sin dormir, en que ve uno vestidos muy bonitos, o un caballo vivo de cola muy larga, o un cochecito con cuatro chivos blancos, o una sortija con la piedra azul: sueño es no más, pero dice el padre que es como si lo hubiera visto, y que después tiene más fuerza y escribe mejor.

Díctese una ley, no ya aquí, sino en España y verá usted como se estudia el medio de trampearla, y es que los legisladores han olvidado el hecho de que cuanto más se esconde un objeto más se le desea ver. ¿Por qué la picardía y la listura se consideran grandes cualidades en el pueblo español cuando no hay otro como él tan noble, tan altivo y tan hidalgo? ¡Porque nuestros legisladores, con la mejor intencion, han dudado de su nobleza, herido su altivez y desafiado su hidalguía! ¿Quiere usted abrir en España un camino en medio de rocas?

No solamente ignoro el principio de mis pensamientos, mas también se me esconde igualmente el de mis movimientos: no porque exîsto, y no obstante todos los dias me hacen preguntas sobre todos estos puntos; y como tengo que responder por precision y no qué decir, hablo mucho, y despues de haber hablado me quedo avergonzado y confuso de propio.

Los trozos de desnudo son en cuanto a la pureza de modelado como fragmentos de estatuas clásicas; en las ropas cada pliegue acusa el bulto que esconde. La mancha total del color es caliente, dominando los tonos pardo-amarillentos de tezes curtidas por la intemperie y de los paños burdos.

Del Uruguay dos gigantescos brazos Oprimen su cintura en derredor, Como tu talle esbelto y delicado Circuye en torno el brazo del amor. Esconde la rivera entre sus guijas Las perlas con el nacar y el coral, Como atesora tu alma rica y bella De angélicas virtudes un caudal.

32 el cual a la verdad es la más pequeña de todas las simientes; mas cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas. 33 Otra parábola les dijo: El Reino de los cielos es semejante a la levadura que tomándola la mujer, la esconde en tres medidas de harina, hasta que todo se leude.