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Ea, figurémonos que hago esfuerzos para no dormirme. ¿Y para qué quiero yo dormir? Mejor es estar así, pensando uno en sus cosas. Estas rayas de papel, azules y verdes, se quiebran a distancia de veinticinco centímetros; no, de veinte. La flor gris alterna con la flor azul.

En esto estaba ya para dormirme, a lo cual había contribuido no poco el esfuerzo que había hecho para componer mi elogio de modo que tuviera trazas de cosa formal; pero Dios no lo quiso así, o a lo que yo tengo por más cierto, un amigo que me alborotó la casa, y que se introdujo en mi cuarto dando voces en los términos siguientes, u otros semejantes: ¡Vamos a las máscaras, Bachiller! me gritó.

Gustavo Núñez se sentó en una butaca, encendió un cigarro y cruzando las piernas dijo con su habitual displicencia: Cuando era niño mi madre acostumbraba a leerme el Año cristiano antes de dormirme.

Iban a hacerse el calzado con él hasta los señores de Bilbao y de Barcelona. Además, componía dramas. Aquella noche salí bastante preocupado del cafetín. Me acosté y tardé en dormirme. en la habitación de al lado un carraspeo seguido de un poderoso suspiro. Era la voz de don Guillén.

El padrastrillo, quebrantado a su vez, habló vagamente de desmoronamiento, tierra blanda, prefiriendo para un momento de mayor calma la solución verdadera, mientras la pobre mamá no se percataba de la horrible infección de tabaco que exhalaba su suicida. Abrí al fin los ojos, me sonreí y volví a dormirme, esta vez honrada y profundamente. Tarde ya, el tío Alfonso me despertó.

Esto es el dinero de los poetas; no se le puede tocar. Y el dormitorio volvió a quedar desnudo. Pero mientras que duró el dinero de los poetas, los que han acudido a Mistral han encontrado abierta su bolsa... Me había yo llevado a la alcoba el manuscrito de Calendal, e instele para que me leyera otro pasaje antes de dormirme. Mistral eligió el episodio de la loza.

Bajando está siempre de mi pensamiento a mis labios; mío es aunque no quieras, y al dormirme siento que se me asoma a la boca para guardarte todo el aliento de mi vida. ¡No! , libre como el aire; yo esclava, quieta, callada y mansa como el agua eternamente enamorada del cielo que, aun sin darse cuenta de ello, igual refleja los alegres arreboles del alba que las tristes nubes de la tempestad.

Al poco tiempo y después de haber bebido un enorme vaso de agua con vinagre, después de haber logrado con grandes esfuerzos obtener una serenidad aparente, la duquesa dijo á la joven dama de honor: ¡Ya se ve! ¡es tan tétrica esta cámara! luego, esas ventanas que golpean... el ruido de la lluvia... y además... antes de dormirme leía Los miedos y tentaciones de San Antonio Abad.

Su solicitud hacía sonreír dulcemente a Laura. ¿Por qué no vas al comedor? murmuró. Yo voy a dormirme ya. No, no tienes sueño y yo no podría conversar allí pensando que te quedas tan apenada.

Pero ¿cómo te has dormido de ese modo, criatura? Si te hubieras acostado con cuidado, no sucedería eso. Yo me despierto cuando se me antoja. No necesito más que fijarme un poco antes de dormirme en la hora en que quiero despertar, y es cosa sabida... minutos más ó menos, me tienes enteramente despabilada. Lo difícil, mamá, no es despertar, es levantarse dijo el joven con profunda filosofía.