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Actualizado: 21 de junio de 2025
Densos nubarrones cubrían el cielo: el horizonte fosco velaba los arreboles de la aurora y el viento contrario traía hacia la costa una neblina fría, envolvente en las escuadras surtas afuera.
La pasionaría perdería su valor simbólico; y hasta el amor al novio o al marido o al amante, que ella combina siempre con el presentimiento de deleites inmortales, y que idealiza, hermosea y ensalza con mil vagos arreboles de misticismo, se convertiría en cualquiera cosa, bastante menos poética. Tal es, en general, la mujer de la provincia de Córdoba.
1 Y llegándose los fariseos y los saduceos para tentarle, le pedían que les mostrase señal del cielo. 2 Mas él respondiendo, les dijo: Cuando es la tarde del día, decís: Sereno; porque el cielo tiene arreboles. 3 Y a la mañana: Hoy tempestad; porque tiene arreboles el cielo triste. Hipócritas, que sabéis tomar decisiones basadas en la faz del cielo; ¿y en las señales de los tiempos no podéis?
Y Llegandoše los Pharišeos y los Sadduceos, tentando, pedianle que les moštrašše šeñal del cielo. Mas el rešpondiendo, dixoles, Quando es la tarde del dia, dezis, Sereno: porque el cielo tiene arreboles. Y
Bajando está siempre de mi pensamiento a mis labios; mío es aunque no quieras, y al dormirme siento que se me asoma a la boca para guardarte todo el aliento de mi vida. ¡No! tú, libre como el aire; yo esclava, quieta, callada y mansa como el agua eternamente enamorada del cielo que, aun sin darse cuenta de ello, igual refleja los alegres arreboles del alba que las tristes nubes de la tempestad.
De España es el espíritu de mi nación querida, es rosa de su carne, pedazo de su vida, y es de ella el mismo rayo de nuestro ardiente sol. Corren por nuestra sangre glóbulos españoles y hasta el sagrado loto nimbado de arreboles se fecundó en las islas con polen español.
Sin ser tan blanca como una flamenca, había encontrado, no sé dónde, reflejos nacarados. La salud subía hasta sus pupilas en suaves arreboles rosados; su boca pequeña, redonda, carnosa, parecía una gruesa cereza que los gorriones hubiesen abierto a picotazos. Sus ojos brillaban en sus órbitas obscuras como un fuego de sarmientos en el centro de la chimenea.
Palabra del Dia
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