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Como cuestión de anclaje, por razón de avería, descanso ó punto avanzado, tampoco sería un obstáculo Guajan, puesto que al Norte y al Sur tienen escuadras enteras, puertos seguros pertenecientes á islas deshabitadas, en las cuales no solamente podrían descansar y aguardar consignas, sino que reponer averías, refrescar aguadas y hacer víveres en la gran abundancia de puercos de monte, cageles, venados, cocos y otros productos que hay en la cordillera de islas que corren al Norte de Guaján en un trayecto de más de 10º y las que hay al Sur formando las Carolinas.

Sin embargo, como la armada turca se dejara ver en el Adriático amenazando con ataques como los pasados, ninguna de las autoridades principales quiso desprenderse de fuerzas de que podía haber necesidad; lo que hicieron por de pronto fué cuidar la reunión en Mesina de las escuadras de galeras, formando armada respetable á que concurrió D. Juan de Mendoza, general de las galeras de España, y fué bastante la prevención para que Piali regresara á Constantinopla sin intentar nada.

Acercándose las escuadras hacia la torre que construyeron los catalanes en 1284, donde suele residir el jeque con alguna población, descubrieron dos naos: la una surta en el canal que llaman de la Cántara; la otra entre la Cántara y la Roqueta, y una milla más adentro, cerca de la puente que comunica á la isla con la tierra firme, dos galeotas.

Los astutos venecianos, para arruinar á Génova, ajustaban un tratado en Perpiñán con la marina de Cataluña, y empezaba en el Mediterráneo una de las guerras más crueles de la Historia, guerra de escuadras numerosas y odio implacable, en la que eran pasadas á cuchillo tripulaciones enteras y los capitanes vencidos morían pendientes de una antena de su buque.

Mis únicas contrariedades eran las que pudieran ocasionarme un bofetón de mi tío, un regaño de mi madre o cualquier contratiempo en la organización de mis escuadras. Mi espíritu no había conocido aún ninguna emoción fuerte y verdaderamente honda, hasta que la pérdida de mi madre me presentó a la vida humana bajo un aspecto muy distinto del que hasta entonces había tenido para .

No obstante este ha sido el mayor daño que han hecho hasta el año de 1767, en que habiendo sido insultados, renovaron la guerra y cautivaron mucha gente, de forma que de las escuadras españolas que los persiguieron, solo dos se escaparon: siguiéndolos luego y alcanzándolos largamente con un cuerpo mayor de tropas, su coronel Catani: pero les pareció mas conveniente no molestarlos, temiendo les sucediese lo que á sus compañeros.

Montaba, como hemos dicho, Cervantes la galera Marquesa, que era de las de Andrea Doria, con la gente de infantería del capitán Diego de Urbina; y cuando a la vista la una de la otra las dos escuadras, llegó el punto del rompimiento de la batalla, Cervantes, que muy enfermo y con calentura estaba en el entrepuente, subió a la cubierta y pidió le pusiesen en el lugar de más peligro; advirtiole Diego de Urbina que mirase que estaba enfermo, y que de muy poco podía aprovecharse su esfuerzo cuando tan sin fuerzas se hallaba; a lo que respondió Cervantes, y a lo que otros como el capitán le decían: Señores, ¿qué se diría de Miguel de Cervantes?

Esta noche al transmontarse El sol, vi el cielo romper, Y dél salir con más rayos Que en medio el Zénit se ve, Entre mil escuadras bellas De aquellos que siempre ven La Eterna Sabiduría Y el sumo y perfecto Bien; En hábito y forma humana Al Paraninfo Gabriel, Bordando las dos esferas De zafir y rosicler, Y dándole al suelo gloria; Paró el vuelo en Nazaret, A donde lo vi humillado A la esposa de Josef.

Deste modo salieron y se retiraron todas las dos figuras de las dos escuadras, y cada uno hizo sus mudanzas y dijo sus versos, algunos elegantes y algunos ridículos, y sólo tomó de memoria don Quijote -que la tenía grande- los ya referidos; y luego se mezclaron todos, haciendo y deshaciendo lazos con gentil donaire y desenvoltura; y cuando pasaba el Amor por delante del castillo, disparaba por alto sus flechas, pero el Interés quebraba en él alcancías doradas.

Entre las dos largas paredes de ladrillos surgía el muelle en el fondo, con montañas de mercancías, escuadras de cargadores negros, vagones y carros.