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Actualizado: 2 de septiembre de 2024
Haz cuenta que estás a mi lado y que te hablo muy seria. ¿No hemos repetido ambos hasta la saciedad que debíamos sernos leales? Pues no merece perdón que por desconocer mi cariño me hayas ocultado las contrariedades que te ocasiona tu hermano.
Don Juan, pues, tenía fiebre. Pero enérgico, valiente, acostumbrado á acometer de frente las contrariedades vulgares que hasta entonces había experimentado, acometió de frente la dificultad excepcional en que se encontraba metido, y dijo para sí: El ser yo hijo de Osuna, ya no tiene remedio; en cuanto á doña Clara, será mi esposa, porque lo quiero; Dorotea... Dorotea será mi hermana.
En vano la pobre Carlota le gritaba ruborizada: ¡Niña, niña! ¡Por Dios, no marches! No puedo más repetía huyendo, no puedo más. La carga es superior a mis fuerzas. D.ª Carolina, por estas y otras contrariedades, tenía frecuentes accesos de mal humor; gritaba a sus hijas, las llenaba de improperios; a veces, de esta marejada salpicaba también alguna espuma a Mario.
Esta amistad era indudablemente por reírse, ¿verdad?... ¡Un hombre como él exhibiéndose al lado de una pobre madre de familia!... Y al experimentar tales contrariedades había visto Nélida con claridad que era Fernando lo que ella deseaba. Muchas veces había preguntado por él a su amigo Isidro, queriendo conocer detalles de su existencia anterior.
Desnoyers marchaba unido á su mujer por una rutina afectuosa. Doña Luisa, en su limitada imaginación, evocaba el recuerdo de las yuntas de la estancia, que se negaban á avanzar cuando un animal extraño sustituía al compañero ausente. El marido se encolerizaba con facilidad, haciéndola responsable de todas las contrariedades con que le afligían sus hijos, pero no podía ir sin ella á parte alguna.
Dunstan, que se preocupaba siempre más de las contrariedades del momento presente que de sus consecuencias lejanas, no bien se vio de pie y reconoció que Relámpago estaba perdido, sintió cierto placer al pensar que no había sido visto en una situación que ninguna fanfarronada hubiera podido hacer envidiable.
El que ha participado una sola vez de las comodidades de un barco de vapor, apenas concibe exista uno solo de vela. Eso de pasar un día y otro día, y otro, y otro, sin adelantar un cable, sin que haya cálculo posible, ni conjetura racional respecto á la llegada y á la marcha, es insufrible. Los calmazos de los equinoccios constituyen la mayor de las contrariedades de los barcos de vela.
¡Admirable! ché: fíjate bien en toda la filosofía de esa fórmula tan sencilla puesta en boca de un hombre de campo que en medio de sus contrariedades comprende que debe ser amable con quienes no tienen la culpa de ellas y lo expresa así: «¡tragando amargo y escupiendo dulce!»
Verá usted cómo llega el zonzo de mi hermano con la orden de que me vaya a dormir... Y tendré que obedecer a esa señora por no dar un escándalo. ¡Qué rabia! Ojeda pensó con cierta inquietud en las complicaciones y contrariedades que iban a alterar su plácida existencia por obra de esta mujer.
Después, casi siempre, había tenido grandes contrariedades en la vida, pero ya despreciaba su memoria; una porción de necios se habían conjurado contra ella; todo aquello le repugnaba recordarlo; pero su pena de niña, la injusticia de acostarla sin sueño, sin cuentos, sin caricias, sin luz, la sublevaba todavía y le inspiraba una dulcísima lástima de sí misma.
Palabra del Dia
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