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Octavio le devolvió la caricia afectuosamente y le dirigió una mirada tierna y grave á la vez. Estaba un poco pálido, como el cirujano que va á acometer una operación importante. Sentáronse todos con el estruendo acostumbrado, y como de costumbre también quedaron juntos los novios. Del otro lado de Carmen se colocó D.ª Demetria.

Desde que, primero la Condesa de Astorgüela, y luego las personas que para ello tenían autoridad en las Hijas de la Salve, le encargaron que procurase quebrantar la entereza de don Luis de Ágreda respecto a su negativa en lo de la cesión del terreno que poseía inmediato al convento, no dejó de pensar en el asunto, pero sin hallar modo de acometer la empresa con esperanza de éxito.

¡Un manicomio! dijo Moreno, sonriendo de un modo que le heló la sangre a su generosa tía . , no me parece mal. Y lo estrenaríamos y yo... v Despidiose Guillermina a la puerta de la casa, para ir al asilo, y él subió. ¡Cosa más rara! Apenas se cansaba al acometer la escalera. Sentíase muy bien aquella mañana, el espíritu confortado, la palpitación muy adormecida, el apetito despierto.

La culpa de esto estaba en los Sargentos mayores. A los 6 tornaron los enemigos por la misma parte á acometer á las galeras, aunque no con tanta gente como la primera vez, ni duraron tanto en el combate por el daño que rescibían dellas y del fuerte. Así se volvieron, á pesar de los que los mandaban: no bastó palos ni cuchilladas á hacerlos volver.

Cuando Sancho oyó las palabras de su amo, comenzó a llorar con la mayor ternura del mundo y a decille: -Señor, yo no por qué quiere vuestra merced acometer esta tan temerosa aventura: ahora es de noche, aquí no nos vee nadie, bien podemos torcer el camino y desviarnos del peligro, aunque no bebamos en tres días; y, pues no hay quien nos vea, menos habrá quien nos note de cobardes; cuanto más, que yo he oído predicar al cura de nuestro lugar, que vuestra merced bien conoce, que quien busca el peligro perece en él; así que, no es bien tentar a Dios acometiendo tan desaforado hecho, donde no se puede escapar sino por milagro; y basta los que ha hecho el cielo con vuestra merced en librarle de ser manteado, como yo lo fui, y en sacarle vencedor, libre y salvo de entre tantos enemigos como acompañaban al difunto.

-De ese parecer estoy yo -replicó el caminante-; pero una cosa, entre otras muchas, me parece muy mal de los caballeros andantes, y es que, cuando se ven en ocasión de acometer una grande y peligrosa aventura, en que se vee manifiesto peligro de perder la vida, nunca en aquel instante de acometella se acuerdan de encomendarse a Dios, como cada cristiano está obligado a hacer en peligros semejantes; antes, se encomiendan a sus damas, con tanta gana y devoción como si ellas fueran su Dios: cosa que me parece que huele algo a gentilidad.

Un viejo jardinero que andaba en vela y que tenía ojos de lince, vio con asombro que se abría el seno de la tierra y que surgía gente armada por la abertura. Al pronto acudió a dar aviso al capitán de una parte de la guarnición que se abrigaba en ancha sala de armas del piso bajo del alcázar. En seguida los muslimes se apercibieron a resistir y a acometer a los intrusos.

La expedicion de los diez mil Griegos que cuenta Xenofonte, fué de las mayores que celebra la antigüedad, pero siempre los Griegos llevaban por fin llegar á su patria, y parte con armas atravesaban Provincias, y naciones estrañas: pero los Catalanes solo tenian por fin de aquel viaje, no el descanso de su patria sino la expugnacion de una Ciudad grande y fuerte, que resolvieron de acometer antes de salir de Galípoli, y que el fin de una fatiga y peligro grande fuese el principio de otro mayor.

Atacaba y pillaba al enemigo, pero cuando no encontraba adversarios a quienes acometer, o cuando él quería asegurar el éxito de una operación peligrosa, no tenía ningún género de inconvenientes en consumar actos de verdadera piratería, sin perder el aspecto venerable y majestuoso de su fisonomía, y aun llorando y cubriendo sus gavilanadas con palabras de humildad que parecían salir del fondo de su alma.

Sancho, que se vio acometer tan de improviso y oyó los vituperios que le decían, con la una mano asió de la albarda, y con la otra dio un mojicón al barbero que le bañó los dientes en sangre; pero no por esto dejó el barbero la presa que tenía hecha en el albarda; antes, alzó la voz de tal manera que todos los de la venta acudieron al ruido y pendencia, y decía: ¡Aquí del rey y de la justicia, que, sobre cobrar mi hacienda, me quiere matar este ladrón salteador de caminos!