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Sin habérselo formulado jamás, el mancebo reconocía un emblema de su ánimo en aquellos avechuchos que, aun dormidos sobre la percha, lanzaban, a uno y otro lado, picotazos bravíos, soñando en presas imaginarias. En cierto instante, sintió que le tocaban el hombro, y, al volver la cabeza, hallose con una figura que no se había borrado de su memoria.

Parece como si se hubiesen asociado vendaval y cierzo: aquel para aullar, soplar, mugir; este para herir los semblantes con finísimos picotazos de aguja, colgar gotitas de fluxión en las fosas nasales, azulear las mejillas y enrojecer los párpados.

Su recuerdo es para un ariete, relámpago que cruza las soledades de mi cerebro, viento agitado en mi calma abrumadora, águila que despierta en horas de abatimiento a picotazos mi alma. Fui, con varios condiscípulos, expresamente a conocerle. Habitaba casa humilde y vivía modestamente.

Mientras Lucía sintió el peso de la mojada ropa y la prensión del calzado húmedo, mantúvose también muda y encogida, tiritando, creyendo escuchar aún el redoble de los truenos y sentir los picotazos de las múltiples agujas de la lluvia en sus mejillas. Poco a poco la suave influencia del calor fue desatando sus miembros entumecidos y paralizada lengua.

A veces una gacela saltaba, y con las orejas bajas, estiradas y finas, partía en el filo del viento. Soltábamos el halcón que volaba sobre ella con las alas serenas, dándole a espacios regulares, con toda la fuerza de su pico curvo, picotazos en el cráneo. Y la íbamos a encontrar, por fin, a la orilla de algún charco infecto, cubierto de nenúfares.

Jaulones enormes había por todas partes, llenos de pollos y gallos, los cuales asomaban la cabeza roja por entre las cañas, sedientos y fatigados, para respirar un poco de aire, y aun allí los infelices presos se daban de picotazos por aquello de si sacaste más pico que yo... si ahora me toca a sacar todo el pescuezo.

Sin ser tan blanca como una flamenca, había encontrado, no dónde, reflejos nacarados. La salud subía hasta sus pupilas en suaves arreboles rosados; su boca pequeña, redonda, carnosa, parecía una gruesa cereza que los gorriones hubiesen abierto a picotazos. Sus ojos brillaban en sus órbitas obscuras como un fuego de sarmientos en el centro de la chimenea.

Ciego de furor, pálido como la muerte, trémulo, y con extraviados ojos, se sentó, tomó la pluma y salpicando á diestra y siniestra grandes manchurrones de tinta, acribillando el papel con los picotazos de la pluma, enjaretó lo siguiente: «: hay que apartar de la gestión de los negocios públicos á esos hombres funestos, que han usurpado el poder de una manera nunca vista en los anales de la ambición; á esos hombres inmorales, que han extendido á todas las esferas administrativas sus viciosas costumbres; á esos hombres que escarnecen al país con sus improvisadas fortunas.

El calor que sobreviene ni es ácre ni angustioso; ocupa con preferencia la cabeza, el cuello, las estremidades, y con frecuencia va acompañado de prurito y de picotazos, sobre todo en los dedos y en las palmas de las manos. La imaginacion es viva, penetrante, la palabra fácil; pero el ejercicio abate, enerva.

Como medicamento adaptado al estado general es como se puede sacar partido de él en la gota, de la cual tiene algunos de sus síntomas, como picotazos, punzadas, dislaceraciones en el dedo gordo del pié, estremecimientos, hormigueos, dolor quemante, tumefaccion dolorosa y roja en el dedo gordo del pié.