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Las lágrimas, que en amargo tropel se asomaban a los ojos de la enamorada, quedaron detenidas y, fuese máscara del amor propio ultrajado o serenidad fingida, en su cara se dibujó de pronto una calma pasmosa: queriendo aparecer tranquila, se enjugó el llanto con el pañuelo; pero el dolor pudo más, y del pecho se le escapó un sollozo largo y angustioso que parecía quejido de alma moribunda.

Al salir otra vez al patio, donde continuaba la prueba de caballos, Gallardo vio separarse del grupo de espectadores a un hombre alto, enjuto y de tez cobriza, vestido como un torero. Por debajo de su fieltro negro asomaban unos tufos de pelo entrecano, y en torno de la boca marcábanse algunas arrugas. ¡Pescadero! ¿cómo estás? dijo Gallardo estrechando su diestra con sincera efusión.

Sonó el redoblante de las tropas del capitán Chivo a la entrada de la calle de la Campana, al mismo tiempo que asomaban por distinto lado los encapuchados negros de otra cofradía, deseosos igualmente de ganar la prioridad en el paso.

Por encima de las tapias de la huerta asomaban los palos de algunos barcos, que no llegarían a una docena, anclados en el muelle, los más de ellos pataches y quechemarines de escasísimo porte. La joven contempló un instante el cielo, que se mostraba todavía profundamente obscuro hacia el poniente, borrando y confundiendo el perfil de los montes lejanos.

Al extremo del puente, en una planicie entre dos jardines, frente á las ochavadas torres que asomaban sobre la arboleda sus arcadas ojivales, sus barbacanas y la corona de sus almenas, se detuvo Batiste, pasándose las manos por el rostro.

Lo cierto era que ante aquel rostro visto por primera vez, sentía en su memoria la misma impresión que al encontrar una cara amiga tras larga ausencia. El ermitaño, excitado por la esperanza de la propina, llevábalas hacia la ermita, a cuya puerta se asomaban curiosas su mujer y su hija, deslumbradas por los enormes brillantes que centelleaban en las orejas de la desconocida.

Aún no se habrían extinguido las últimas chispas de la hoguera, y apenas asomaban los primeros rayos del sol sobre la cúspide de las montañas vecinas, cuando las campanas del lugar comenzaron á tocar al alba.

Después empezó la obra de abajo. ¡Qué modo de utilizar los escombros de Valencia!... Las grietas desaparecieron, y terminado el enlucido de las paredes, la mujer y la hija las enjalbegaron de un blanco deslumbrante. La puerta nueva y pintada de azul, parecía madre de todas las ventanillas, que asomaban por los huecos de las paredes sus cuadradas caras del mismo color.

La línea de infantería se aplastó en el suelo. Los hombres se contraían, para hacerse menos visibles, junto á las aspilleras por las que asomaban sus fusiles. Muchos se habían colocado la mochila sobre la cabeza ó la espalda para que les defendiese de los cascos de obús. Si se movían, era para amoldarse mejor en la tierra, buscando excavarla con su vientre.

Cuando éste comía en casa, era sabido que habría gran calor en la mesa, mucho ruido, gritos desaforados: el dueño de la fonda, el cocinero y el pinche, cuando la algazara subía de punto, asomaban disimuladamente las narices por la puerta un poco asustados; mas al instante se tranquilizaban oyendo palabras que no comprendían, y se retiraban de nuevo a la cocina.