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El vapor luminoso que por aquella parte envuelve el paseo, amortiguando los vivos colores de las sombrillas, borrando los elegantes contornos de los caballos, esfumando las facciones de las damas y prestándole a todo aspecto escenográfico, pierde lentamente su brillo y se transforma en un polvo ceniciento que cae del cielo como heraldo de la noche.

De regreso a Madrid en el coche, llevaba fresca en su mente la imagen de la que ya no era nada. «Esta imagen dijo a su amigo , vivirá en algún tiempo; pero se irá borrando, borrando, hasta que enteramente desaparezca. Esta presunción de un olvido posible, aun suponiéndolo lejano, me da más tristeza que lo que acabo de ver... Pero tiene que haber olvido, como tiene que haber muerte.

Perico Sosa, el rubiecillo travieso y flacuchín que quedara olvidado ante la pizarra, donde antes escribiera los ejemplos nègre, nègresse, tuvo entonces una ocurrencia diabólica, como todas las suyas... Dibujó con la tiza un busto de hombre con una gigantesca cornamenta de ciervo, escribiéndole debajo: «Monsieur Jaccotot, maestro de francés»... Y estornudó bien fuerte para llamar la atención de la clase, borrando luego la figura a fin de no ser descubierto...

El millonario miró á su primo con ojos mansos y sin expresión, unos ojos bovinos que parecían pedirle clemencia, al mismo tiempo que se pasaba la mano por la barba borrando el escupitajo del odio. Fué á hablar, pero no pudo. Un fantasma negro que agitaba su manteo como unas alas fúnebres tiraba de él. Era el Padre Paulí. Don José. Vámonos de aquí. ¡A Begoña! ¡A Begoña!

Los tirones de oreja y los palos con la vara de medir lo habían puesto erguido, borrando en su cuerpo la tendencia a cargarse de espaldas y a ser patiabierto, propio de todos los de su tierra; sus pelos, a fuerza de peine y cosmético, habían llegado a domarse; los desabridos y no muy abundantes guisos del ama de llaves daban cierta figura a su corpachón huesoso.

La luz fantástica parecía prestar vida a las figuras de la bóveda, animándolas con esplendores de apoteosis. ¡Qué bonito! murmuró la muchacha. Esta luz alegraba los ojos, borrando la lúgubre significación del sitio.

Y habló monótonamente de las propias desgracias, como si recitase una oración, mientras su sonrisa se iba borrando: aquella sonrisa que animaba la fealdad anémica de su rostro con una luz vagorosa de aurora. Seis hermanos suyos habían muerto en una tarde. Pertenecían al mismo batallón, y ella recibía la noticia de las seis muertes al mismo tiempo.

El egoísmo vital se había apoderado de él, borrando las tristezas sentimentales de poco antes. Ya no se acordaba de la dulce Popito ni de Ra-Ra, suicida por amor. Este pigmeo podía matarse, era dueño de su vida, y él no pensaba negarle el derecho á disponer de ella.

Estuvo escribiendo, borrando, añadiendo y limando para que, sin faltar á la verdad este era su especial mérito de periodista resultase todo épico, grande para los siete dioses, cobarde y bajo para el desconocido ladron, «que se había ajusticiado á mismo, espantado y convencido en el mismo instante de la enormidad de su crímen». Interpretó el acto del P. Irene de meterse debajo de la mesa, por «arranque de valor innato, que el hábito de un Dios de paz y mansedumbre, llevado toda la vida, no había podido amortiguar»; el P. Irene quería lanzarse sobre el criminal y tomando la línea recta pasó por el submesáneo.

Tambaleándose entró en su alcoba, bebió con mano trémula un sorbo de agua y dejóse caer sin fuerzas en una butaca, mirando la carta que tenía en las manos, sin osar abrirla. El pasado entero se le vino a la memoria de un golpe, como una de esas grandes olas que revientan en la playa, borrando por completo la espuma de otras menores.