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Actualizado: 25 de junio de 2025
Se adivinaba la persistencia de la férrea disciplina. Una palabra dura de los jefes, un golpe de silbato, y todos se agrupaban, desapareciendo el hombre en el espesor de la masa de autómatas. Pero el peligro, el cansancio, la certidumbre del triunfo, habían aproximado á soldados y oficiales momentáneamente, borrando las diferencias de castas.
Algo claudicaba del lado derecho, reparándole bien, y se le torcía la boca al sonreírse, y un tanto desmemoriado se encontraba en lo tocante a fechas y nombres propios; pero este levísimo rastro de su pasado accidente se borraría muy pronto, como se habían ido borrando otras huellas, harto más hondas, del propio mal.
Las gentes, cuyos gritos sonaban á lo lejos, en las puertas de las barracas, ya no le odiaban, ya no perseguirían á los suyos. Habían estado bajo su techo, borrando con sus pasos la maldición que pesaba sobre las tierras del tío Barret. Iba á empezar una nueva vida. ¡Pero á qué precio!...
Y si subiendo por la misma escala, paso sucesivamente por la idea de inorgánico, cuerpo, substancia, hasta la de ser, habré llegado á un punto en que la idea se extiende á todo . Con esto se echa de ver que la abstraccion lleva á la generalizacion, borrando sucesivamente los límites que distinguen y como que separan los objetos.
Aquellas «auras de libertad» que entonces todo lo invadieron, borrando tantas y tantas páginas tan genuinamente sevillanas; al privar de sus rentas á las comunidades les impidieron en absoluto cumplir las voluntades de generosos donantes; y las rentas que éstas dejaron, arrebatadas á sus legítimos dueños, han pasado á poder de algún insigne patriota que hoy se pavonea con ellas en nombre de la libertad.
Como quien tras una pesadilla recobra el sentido de la realidad, se le fue borrando del pensamiento la melancolía; tornó a cuidar de su persona, vigiló el jardín cuyas flores escogía para su cuarto, y por fin, una noche, después de haber estado tocando un rato el piano, por distraer a su padre, se arrojó en sus brazos, deshecha en lágrimas, diciéndole sólo estas palabras: ¡Perdóname, porque nunca me separaré de ti!
Delante de él yace un manuscrito, en que ha trabajado antes, y es el tratado De Septem Sacramentis: divaga, escribe y habla en sueños; á su lado está la visión de Ana Bolena, á la cual él no ha visto hasta entonces, borrando con la mano izquierda lo que él escribe con la derecha.
De vez en cuando, a ras de la líquida superficie, surgía una mancha negra; las crestas de los cañaverales inundados; las copas de los árboles; vegetaciones extrañas y monstruosas que parecían enroscarse en la sombra. El silencio era absoluto. El río, libre de la opresión de la ciudad, no mugía ya; se agitaba y arremolinaba en silencio, borrando todos los vestigios de la tierra.
La caprichosa ilusión, que agranda las cosas cuando las perdemos y nos las hace amar con nuevos amores, borrando los recuerdos ingratos. Después del almuerzo, Maltrana desapareció con aire misterioso. Había hablado a su amigo de cierta expedición a la parte más interesante del buque: una visita que muy pocos conseguían hacer.
Sentía una angustia deliciosa; suspiraba sin apartar el rostro de la almohada para no romper la alegría que la inundaba. Se iba aletargando lentamente. Sus miembros empezaban a dormir, privados de movimiento. Una niebla se esparcía por su mente, borrando y confundiendo las imágenes. Pero su corazón latía siempre con violencia, como si toda la vida se hubiera refugiado en él.
Palabra del Dia
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