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Actualizado: 14 de junio de 2025


Y hoy que en los aires la tormenta zumba, ¡no salga ni un quejido de su tumba al verte, oh pueblo, nuevamente ilota! 30 Diciembre 1898. Patriota: en los tiempos de ingratos estudios y audaces locuras, y dulces visiones de rostros fugaces con rezos y risas en labios de ingenuo carmín, hermético fuiste al amor y su gaya conquista.

Esta fue su única culpa, culpa de hijos ingratos en que incurre la inmensa mayoría del linaje humano, que se olvida de Dios en la felicidad y sólo le recuerda en el llanto, porque cuadra más a su condición egoísta pedir remedios que agradecer bondades. ¡Harto lo conocía ella entonces y harto lo estaba expiando!...

Muchísimas veces me ha dolido ver escritores de gran talento ejercitarlo en asuntos ingratos, y he deplorado que les hubiese faltado el valor de Shakspeare y Molière para «tomar su bien donde lo hallaren». Este miserable temor de tratar asuntos ya tratados no lo conocieron los antiguos.

Y no es el interés quien la impulsa, sino una obligación sagrada. No podemos consentir en que retroceda á la barbarie lo que durante cuatro siglos hemos cuidado con amor y cultivado con esmero, ni podemos consentir en que desaparezcan de Cuba los hombres de nuestra lengua y casta, por ingratos y discolos que sean, para que se extiendan y dominen en ella los anglo-americanos.

Acéptelo, y déjese de querer a ingratos... Fortunata se había puesto tan desasosegada, que no oía las amorosas confianzas del farmacéutico. «Abur, abur dijo levantándose . Tengo que volverme a mi casa». Vamos a ver... Y si vuelve esta tarde, ¿qué le digo? Quítese usted allá... indicó ella corriendo hacia la puerta, y el otro detrás.

Malas noticias me traes, Florela, dijo doña Guiomar; en tu semblante las leo: habla, no tardes; ¿qué desdicha tan grande me sucede, que así, por la mucha lealtad que me tienes, te ha puesto? Echáralos yo a palos de lacayos, si señora y no criada fuese, a esos desvergonzados, ingratos y mal nacidos; y poco castigo sería, que su bajeza y su atrevimiento bien merecen la muerte.

Por el contrario, España es quien puede quejarse por no pocos motivos: porque la acogida y el favor que reciben en aquel país los ingratos y rebeldes hijos de España excede sobremanera á la más franca hospitalidad, y porque bien puede recelarse que excitado por ellos el gobierno anglo-americano ha mostrado con frecuencia cierto prurito de vejarnos y lastimarnos.

Y después añadió con voz apenas perceptible , los otros enemigos... ¡Los otros! ¿Sabe usted? Los que se fueron para no volver, y sin embargo, vuelven; ese centenar de infelices a los que traté con mimos de padre, haciéndoles el menor daño posible y que... ¡ingratos! vienen a apenas me ven solo. ¡Qué!... ¿Vuelven? Todas las noches.

Después, sin motivo alguno serio, manifestó rotundamente que todos los hombres eran ingratos. ¡Qué rato tan delicioso y tan infernal á la vez me estaba haciendo pasar aquella niña! Tengo... tengo... mire V., yo siempre digo que tengo catorce, pero la verdad es que no tengo más que trece y dos meses... ¿y V.? ¡Una atrocidad! No me lo pregunte usted, que me da vergüenza.

¡Y quién sabe si también cañonazos! dijo con acritud Marenval. ¡No lo quiera Dios! respondió Harvey. Seríamos unos hijos ingratos y despreciables, pues todo se lo debemos á las naciones de Europa, que nos han creado, y especialmente á Francia, que nos ha dado la libertad. ¡Es una noble respuesta! dijo Tragomer. En América estimamos á los franceses.

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