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Adelante, don Francisco, adelante; vuestros semejantes son para vos figuras que se mueven, que andan; despreciables criaturas sobre las cuales, porque os humilla el estar confundido con ellas, necesitáis levantar la frente maldita, pisarlas, destrozarlas bajo el lento y pesado paso de vuestros pies; ¿qué os importa á vos, alma fría, que yo sufra, que yo grite, que yo blasfeme, si os he servido para algo?

Frustradas tantas bellas ideas, declaró que los habitantes de Villamar eran unos animales, unos brutos estólidos, partidarios del abominable tiempo del absolutismo, sin otro móvil que el bajo interés pecuniario; enemigos de todo progreso social y de toda mejora; despreciables rutineros, que no merecían llamarse aldeanos, y mucho menos ciudadanos libres.

... me consta que le amas, mancillando mi nombre, ultrajando á tu esposo, confundiéndote con esas despreciables mujeres... ¡El nombre, el nombre de quien amo! Don Francisco de Quevedo. Pues bien, , es verdad; le amo... más que eso; soy su amante. Irás de aquí á un convento exclamó irritado el duque. No iré. ¿Que no irás...?

Desea su muerte, gentleman, y si no puede organizar lo de la inyección venenosa, buscará otro medio. Debe ayudarle en estos planes el vanidoso Golbasto. Ya no creo que el tal Golbasto sea un gran poeta, ni mediano siquiera. La otra noche quise releer sus versos, y me parecieron despreciables. ¡Ay, no poder permanecer yo á su lado, gentleman, para seguir su misma suerte!...

Ya sabes que me caso pronto. Le di lo que me pedía. Señor Poenco, ¿dónde está Pepilla? Ha ido a confesar y está haciendo penitencia. ¡A confesar! ¿Tu hija se confiesa? No la dejes acercarse a ningún fraile. Ya sabes que los frailes son <i>unos animales viles y despreciables que viven en la ociosidad y holganza en una especie de café-fondas donde se entregan a todo género de placeres...</i>

Los arroyos que corren por la montaña no arrastran, como nuestros torrentes, despreciables guijarros y arena: llevan consigo polvo de rubíes, granates y zafiros: el bañista que nada entre sus ondas puede revolcarse, como las sirenas, en un lecho de piedras preciosas.

Un gran número de las obras de Lope pueden, por último, ordenarse en la categoría de comedias, pero de comedias de gran valor poético, no de despreciables descripciones de escenas de la vida común, que no debieran denominarse literarias, aunque conserven aquel nombre en nuestros teatros.

Y siempre que se hablaba del sombrero de copa de su difunto esposo, exclamaba la Reina Sabihonda, en portugués: «En todas las cosas, por despreciables que parezcan, hay algo de valor, para el que sabe encontrarlo

Difícilmente se hallara en la historia tan elocuente prueba de que el arte dignifica lo que toca, y hasta con la fealdad rayana en lo repugnante, causa impresiones gratas, como esta serie de mamarrachos despreciables eternizados por el genio de un hombre.

Don Juan de la Cruz era Alcaide de la cárcel real en 1641, cargo que desempeñó durante no poco tiempo y el cual era bastante codiciado por muchos, dado que en llevaba entonces ciertas ventajas y ganancias no despreciables, si bien nada legales.