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Hícelo con atención y vi que los dos tenían muy distinto pelaje del acostumbrado y corriente entre los aldeanos de aquellas comarcas: ofrecían todo el aspecto de los vagabundos famélicos de las ciudades; ambos llevaban la barba gris a medio crecer, y el ropaje obscuro y mugriento, con muy pocas señales de camisa.

Los miserables aldeanos que hoy deshonran la sala de representantes de San Juan, en cuyo recinto se oyeron oraciones tan elocuentes y pensamientos tan elevados, que sacudan el polvo de las actas de aquellos tiempos y huyan avergonzados de estar profanando con sus diatribas aquel augusto santuario.

Lobato, si viajaba de noche, cruzaba a escape ciertos parajes frondosos y oscuros, en que estaba seguro de encontrar asechanzas de aquellos aldeanos, que a la luz del sol temblaban en su presencia.

Desde abajo parece aquello una continuación de la roca, una escotadura de la cima, ora deslumbrante de claridad, ora ennegrecida por la sombra. Súbese allí por senderos vertiginosos que diariamente tienen que bajar los aldeanos para cultivar sus campos, y que tienen que subir de nuevo todas las noches, después del largo trabajo diario.

¡Qué feliz he sido hoy en medio de esos honrados aldeanos! decía á don Silvestre su amigo durante la comida. ¡Cuánta poesía en aquel cuadro que me rodeaba! Porque su expresión no era la que dan la bajeza ni la ignorancia, sino la mansedumbre del justo, ó el rubor de la inocencia.

Detrás de la loma, y ya más cerca, estallaron cohetes de dinamita y en seguida la gaita y el tamboril de timbre tembloroso, apagadas las voces por la distancia, resonaron al través de la hojarasca del bosque. La gaita hablaba a las entrañas del Provisor y de Petra, ambos aldeanos. Volvieron a mirarse y a sonreírse. Ya vuelven dijo Petra, deteniéndose de nuevo. ¿Llegamos tarde?

Por la parte exterior del patio de nuestra casa, alcanza la vista los establos, los pajares, las leñeras y los corrales que la rodean, y la puerta que siempre permanece abierta, da a la calle del pueblo, por donde cruzan los aldeanos llevando las herramientas de labranza sobre el hombro, y algunas veces sobre el otro una cuna con un niño dormido; sigue después la esposa con otra criatura de pecho, y después una cabra con su cabrito, que al pasar por la puerta se detiene un momento para jugar con los perros, y se aleja después dando saltos.

Absolvedme y después clavad esa ventana, clavad esa puerta, dejadme aquí como en un pozo, solo, para morir. El Capellán traza una cruz con su diestra sobre la cabeza del viejo linajudo, y el murmullo de los rostros aldeanos y mendigos, resplandeciente de fe, se eleva en una grave onda.

El tío Tomás parecía más escéptico y pesimista que Schopenhauer: el pobre siempre debajo, el rico siempre encima; para el pobre los palos, para el rico los gustos: lo único que debía procurarse en este mundo era el hacerse rico. Burlábase zafiamente de los curas; contaba acerca de ellos mil chascarrillos obscenos: no obstante, como todos los aldeanos, era supersticioso, por más que lo ocultaba.

El hostelero, con la credulidad propia de nuestros aldeanos bretones, nos aseguró que en el castillo del duque de C..., donde murió Fabert, habían visto entrar a un hombre negro, que nadie conocía, y que este hombre se llevó el alma del mariscal, a quien anteriormente se la había comprado; añadiendo que, todavía, por el mes de mayo, época de la muerte de aquél, se veía aparecer por la noche al negro, con una luz en la mano.