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Actualizado: 26 de julio de 2025
19 Por tanto los judíos aldeanos que habitan en las villas sin muro, hacen a los catorce del mes de Adar el día de alegría y de banquete, y buen día, y de enviar porciones cada uno a su vecino. 20 Y escribió Mardoqueo estas cosas, y envió cartas a todos los judíos que estaban en todas las provincias del rey Asuero, cercanos y distantes,
Tal vez, los aldeanos tenían razón. Es verdad que ni en un segundo, estas fuentes arrastraban una pequeña cantidad de sulfato de cal y otras substancias sólidas; pero en el transcurso de años y siglos, los hilos de agua subterráneos han ido destruyendo la base de los montes.
Los domingos, después de la misa, los aldeanos endomingados, con la chaqueta al hombro, se reunían en la sidrería y en el juego de pelota; las mujeres iban a la iglesia, con un capuchón negro, que rodeaba su cabeza. Catalina cantaba en el coro y Martín la oía, como en la infancia, cuando en la iglesia de Urbia entonaba el Aleluya.
Entretenida Jacinta con los comentarios que el otro iba poniendo a la rápida visión de la costa mediterránea, condensaba su ciencia en estas o parecidas expresiones: «¿Y la gente que vive aquí, será feliz o será tan desgraciada como los aldeanos de tierra adentro, que nunca han tenido que ver con el Gran Turco ni con la capitana de D. Juan de Austria?
Abajo, junto á la llanura, han sido respetados los bosques de castaños, gracias á las hojas, recogidas por los aldeanos para la cuadra, y á los frutos que éstos mismos comen en las noches de invierno. Pocas selvas, ni aun en las regiones tropicales, donde alternan los grupos de árboles de más diferentes especies, presentan más pintoresca variedad que los bosques de castaños.
Esos bienes que Dios da a todos, a los que siempre me he mostrado insensible, y cuya dulzura sólo puedo apreciar ahora, los habría disfrutado aún durante veinticinco años. ¡Ah! ¡Y he sacrificado mis días a una quimera; los he perdido por una gloria estéril que no me ha proporcionado la dicha, y que ha muerto antes que yo!... Mire, mire añadió señalando a unos aldeanos que atravesaban el parque y regresaban, cantando, a sus faenas, ¡qué no daría yo ahora por participar de sus trabajos y de su miseria!
Había sitios entre las torrenteras, tan profundos y peligrosos, y en los cuales sólo nos guiábamos por los negros y gigantescos esqueletos de los castaños inclinados sobre el abismo, que en ellos nos hubiéramos precipitado y perecido, sin la destreza y el vigor de los sufridos aldeanos de Milly. El peso de su preciosa carga les infundía sin duda confianza y valor.
Parecían sentir profundo desprecio por aquellos aldeanos y sus juegos. Delante de la puerta del lagar de D. Félix había un numeroso grupo de hombres. Entre ellos estaba Jacinto de Fresnedo rodeado de sus amigos los montañeses de Villoria, que se habían bajado del castañar poco hacía por consejo de Nolo.
Palabra del Dia
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