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Dos o tres imperceptibles hilos de agua cruzan la estrecha llanura, y aunque el corte de los cerros sobre el horizonte es algo monótono, hay tal profusión de árboles en sus declives, la baja vegetación es tan espesa y compacta, que la mirada encuentra siempre nuevas y agradables sensaciones ante el cuadro.

Mírelo aquí... No le rematé los hilos de las costuras, porque, mi verdad, una mortaja tampoco requiere aquel cuidado que una falda para ir al baile. ¡Doña Monchiña de mi vida, mire qué guapa le va esta esterilla dorada! Doña Moncha aprueba con un gesto.

Hay muchas cosas en este mundo que una niña no debe preguntar. ¿Qué yo acerca del corazón del ministro? Y en cuanto á la letra escarlata, la llevo por lo bonito que lucen sus hilos de oro.

Tal vez, los aldeanos tenían razón. Es verdad que ni en un segundo, estas fuentes arrastraban una pequeña cantidad de sulfato de cal y otras substancias sólidas; pero en el transcurso de años y siglos, los hilos de agua subterráneos han ido destruyendo la base de los montes.

Dulzura, suavidad, amigas mías. Los hombres rompen los eslabones de una cadena de hierro; en cambio hallan agradable la atadura si ella está formada por tenues hilos de seda. Sean nuestras palabras como nuestros brazos en las horas de deliquio: suaves, blandas, dóciles. Yo, como mujer, gusto mucho de oir hablar a los maridos de sus respectivas esposas.

Dos hilos de lágrimas que iban a perderse en sus blancas patillas brotaban de los ojos de Diógenes; con una leve señal llamó a la marquesa, y díjole al oído con sencilla expresión de gozo inefable: Dice el padre Mateu... que Dios me ha perdonado...

Durante quince años la vida no ofreció graves incidentes. El rencor de Clementina no estaba extinguido, sino en ese estado de incubación semejante al de los volcanes que no revelan su actividad interior más que por los tenues hilos de humo que se escapan por sus costados.

En demostración de ello, fue sacando entronques la viuda; y cuando ya comenzaba yo a enterarme, por su labor, del parentesco, metió en ella nuevos hilos don Pedro Nolasco, y toda la madeja se me hizo una maraña; pero me guardé muy bien de declararlo así: antes al contrario, me di por convencido y hasta me felicité de ello.

Y lo melancólico es que dice estas inflamadas palabras cuando ya tiene muchos hilos blancos en las barbas proféticas. Este hombre extraño ha recorrido el mundo a pie y cuenta las cosas más desconcertantes. Yo he comido carne de indio guarany; es muy dulzona... Estaba perdido en un bosque del Chaco central. Otra vez, los indígenas me condenaron a muerte y me salvé a lomos de un jaguar.

Y aunque el escribir tiene algo del «crochet» y yo hago muy bien «crochet» confieso mi desesperación al ver que el tejido de mi prosa es muy inferior al tejido de mis manteletas. Pero, en fin, aunque desmañadamente, vamos entretejiendo estos rebeldes y dispersos hilos prosódicos. Los cuales, mal unidos y tramados, van formando, como decía, un pequeño tejido de pasiones universales.