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Estás perdonado dijo la esposa, arreglándose el cabello que Santa Cruz le había descompuesto al acentuar de un modo material aquellas expresiones tan sabias como apasionadas . No soy impertinente, no exijo imposibles. Bien conozco que los hombres la han de correr antes de casarse. Te prevengo que seré muy celosa si me das motivo para serlo; pero celos retrospectivos no tendré nunca.

Las riquezas del mundo parecían refugiadas en las pupilas de Cristeta, donde brillaba un tesoro de amor. Habla, por piedad repitió él. Cristeta, violentándose mucho, como jugador nervioso que arriesga su porvenir entero al azar de un naipe, dijo así: ¿Te acuerdas de cómo me dejaste abandonada en Santurroriaga? ; pero, ¿verdad que me has perdonado? Ahora soy otro, y te adoro.

De estampa continuaba bien, muy bien; algo desmadejadillo y perezoso, pero guapo, muy guapo; y como seguía el cambio de retratos, no ya entre los padres, sino entre los hijos directamente, si la sevillana había perdonado al primo muchos pecados de estilo en virtud de aquellas otras dotes físicas, también el mejicano, en vista de las extraordinarias de su prima, había sabido dispensarla el matraqueo de sus guasas, y con mayor facilidad las incurables faltas de ortografía.

Mientras Mario perdonaba y aun olvidaba el martirio de su hijo, ella lo tenía grabado a fuego en el corazón; no podía arrojar de su alma cierto rencor contra su padre, aunque fuese irresponsable. Tampoco Presentación le había perdonado las quemaduras del rostro. Fue necesario pensar en el establecimiento adonde le habían de conducir.

Y qualquiera que hablâre contra el Hijo del hombre, le šerá perdonado: mas qualquiera que hablare contra el Ešpiritu Sanckto, no le šerá perdonado ni en ešte šiglo ni en el venidero. O hazed el arbol bueno, y šu fruto bueno; o hazed el arbol podrido, y šu fruto podrido: porque del fruto es conocido el arbol.

Ya lo irás comprendiendo, mujer, no te apures la interrumpió Isabel Mazacán con mucha sorna . ¿Te acuerdas de que Currita estaba en París cuando la abdicación de la reina? ¿Te acuerdas de que nadie se acordó de invitarla a la ceremonia?... Bien se guardó ella de decirlo; pero su marido, ese Villamelón, que tiene más de melón que de villa, lo dejó escapar una noche en casa de Camponegro... ¡Pues ahí tienes la madre del cordero!... Ella no ha perdonado el desaire, y quiere ahora sacarse la espina; porque, ¡pásmate, Beatriz, pásmate!... Ni aun siquiera le han ofrecido el cargo; ¡ella, ella es quien lo ha solicitado!...

Me parece le dijo , que si el Padre Nones te oye eso, te ha de reprender... porque ya ves... quien manda manda, y está dispuesto que no sean las cosas así. ¡Qué risa contigo! ¿Pues qué sabes? Yo estoy arrepentida de todo lo malo que he hecho; yo he perdonado a todo Cristo. ¿Qué más quieren?

La piedad. ¿Qué le dice a usted su orgullo? le dice: «no cedas y muere envenenado por el rencor antes que pronunciar una palabra indulgente». ¿Qué le dice la piedad? le dice: «perdona para que seas perdonado».... que hay razones de aparente fuerza; pero yo he estudiado el asunto con cariño y he visto que lo que usted presenta como obstáculo no lo es.... Dios quiere sin duda que esta obra se realice, porque desde que la emprendí, estoy viendo con mucha claridad el camino de ella. ¿Y qué veo?

Y como el juez lo interrogara con la mirada, Roberto Vérod le refirió su coloquio con Zakunine. Yo lo he perdonado. Conocí que la muerta quería que lo hiciera. Ella, que lo convirtió, que al morir de su mano realizó la obra de salvación a que se había consagrado cuando se unió a él, no podía querer que yo le guardara rencor. Esa alma soberbia y feroz ama ahora y se prosterna.

Su voz temblaba, tenía una opacidad suave; acariciaba como terciopelo. Rafael, animado por aquella tolerancia, quiso pedir perdón, habló de la locura que le había expulsado de allí; pero la artista le atajó. No hablemos de aquella infamia, me hace daño recordarla. Queda usted perdonado, y ya que cae aquí como llovido del cielo, quédese un momento. Pero... nada de audacias. Ya me conoce usted.