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Hay que tomar el mundo según viene... murmuró filosóficamente . Ser bueno es lo que importa; porque ¿quién va a tapar las bocas de los demás? Cada uno habla lo que le parece, y gasta las guasas que quiere.... En teniendo la conciencia tranquila....

En fin, debajo del hombro izquierdo tiene un lunarcito negro, coquetón, aterciopelado, que hace saltar aún la deslumbrante blancura de una piel de raso... Pero eso no es aun todo. El corregidor espumarajeaba de rabia y no podía encontrar una sola palabra para contestar al gitano ni a las guasas con que la multitud le asaeteaba.

No obstante, tuvo suficiente aplomo para largar un puntapié al tío Billy que ya iba a soltar una de las suyas, y el tío Billy estaba bastante sereno para reconocer en el puntapié de don Jorge un poder superior que no toleraría guasas de ningún género. Esforzose después en disuadir a Tomás de que acampara allí; pero fue inútil.

Cuando hubieron comido según sus deseos, empezaron á levantarse de las sillas y á cambiar de asiento y postura, formando pequeños grupos, retrayéndose las parejas enamoradas á los rincones para charlar más á su gusto. Pero seguían cambiándose entre unos y otros, aunque á distancia, las mismas guasas picantes. Se charlaba, se gritaba, se reía cada vez con mayor ruido y regocijo.

Se puede un hombre divertir, correr guasas y gozar del mundo sin meter la pata, ¿sabes? ¿Qué gracia tiene correr hoy una juerga y mañana que le corran á uno en pelo los guardias? Es menester que dejes á esos andrajosos con quien andas, que no pueden darte más que desazones. Reúnete con hombres regulares que tengan un duro en el bolsillo y sepan gastarlo con los amigos...

Pero el sabor se hizo amarguísimo, insoportable, cuando vinieron acompañadas de celos. Soledad, que siempre había mostrado buen semblante á las guasas de Antonio Robledo, las iba encontrando cada día más sabrosas; de tal suerte que cuando entraba en la tienda ya no tenía ojos y oídos sino para él.

Una de las guasas de aquellos mozalbetes consistía en presentarse los martes siempre vestidos de rigurosa etiqueta, en forma y actitud enteramente diversas del resto de la semana, haciendo profundas reverencias al entrar, saludando a todos con gran ceremonia y llamando a Ramoncita duquesa; a Joaquinita, condesa, y a Pepita, baronesa.

Usted manda en esta casa... es usted el ama, y me manda a , y si me pide una cataplasma hecha con picadillo de mi corazón, al momento se la hago. ¿Ya está usted con sus guasas? Y ahora me toca a pedirle un favor... Usted dirá. Esta noche traigo los dulces de la boda.

Por eso tenía poco mérito el embromarlas. Jamás se dio el caso de verlas enfadadas con sus amigos, y eso que algunos se deslizaban en sus guasas hasta llegar no pocas veces a la grosería. En cambio eran muy propensas a la guerra intestina, esto es, a irritarse una con otra; pero ya sabemos en qué paraban siempre estas misas.

Por ti me privaría yo de hablar con todas las mujeres de este mundo... ¡y , en cambio, no puedes pasarte sin las guasas de ese tío! Soledad, que reprimía á duras penas la impaciencia, exclamó: ¡Ea, basta ya! Hago lo que se me antoja.