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Los gritos de la niña se iban haciendo menos agudos por virtud de la fatiga, trasformándose en quejidos roncos y profundos. La puerta del aposento se agitaba á veces á impulso de los pequeños golpes que daba con sus manecitas. Poco á poco los quejidos fueron cambiándose en sollozos convulsivos, que expresaban mayor desesperación todavía.

Pero, repentinamente, al triste concierto se unió un murmullo creciente parecido al de una multitud lejana que sollozaba, gemía y gritaba desesperadamente. Mi sueño se hacía intranquilo por momentos, cambiándose al instante en pesadilla y despertando sobresaltado.

De esta punta á la de Siolal presenta la isla esta parte de la costa hacia el SO., cambiándose después desde la referida punta Siolal, que está en los 127° 43' longitud, 13° 52' latitud, al O. En esta parte se encuentra la punta Ilacaong en los 127° 49' longitud, 13° 55' latitud, y la ensenada de Carag, desde donde empieza ya la costa á convertirse al N., encontrándose la punta Yot en los 127° 56' longitud y 14° 7' latitud.

Gallardo se colocó en fila con los otros dos espadas, cambiándose entre ellos una grave inclinación de cabeza. No hablaban; no sonreían. Cada cual pensaba en mismo, dejando volar la imaginación lejos de allí, o no pensaba en nada, con ese vacío intelectual producto de la emoción.

El nombre de hija que daba á Hasay, era verdadero; su noble y bello corazón latía para el amor, y lo que en un principio fué compasión, poco á poco fué cambiándose en un profundo cariño. Hasay tenía una segunda madre en su protectora. Sin conocer su triste historia, y sin que pena alguna amargase la tierna infancia de la huérfana, cumplió los diez años. Lola, ya hemos dicho, era de su misma edad.

Cuando hubieron comido según sus deseos, empezaron á levantarse de las sillas y á cambiar de asiento y postura, formando pequeños grupos, retrayéndose las parejas enamoradas á los rincones para charlar más á su gusto. Pero seguían cambiándose entre unos y otros, aunque á distancia, las mismas guasas picantes. Se charlaba, se gritaba, se reía cada vez con mayor ruido y regocijo.

Antes de acomodarse en los coches se pasó cerca de media hora, cambiándose entre unos y otros interminables bromas que hacían fluir las carcajadas. Casi todos estaban roncos. Los hombres, perezosos para meterse en los vehículos, hacían traer á ellos bateas con cañas y las servían á las hembras, que las rechazaban riendo, cuando no les bañaban el rostro con ellas.

El capitán hizo al instante levar anclas y el buque, arrastrado penosamente por sus dos botes, emprendió una marcha lenta hasta llegar á paraje abierto donde pudiera desplegar las velas. Las lanchas le daban escolta. Reinaba el júbilo en éstas, cambiándose entre unos y otros mil bromas y donaires. El blando movimiento de las olas y la fresca caricia de la brisa excitaban más su alegría.