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Flojo escándalo han dado ustedes esta noche. No se habla en el buque de otra cosa. El aludido hizo un gesto de extrañeza y asombro. Escándalo, ¿por qué?... Una simple conversación, como tantas otras que se desarrollaban en la cubierta a la hora del concierto. Es que la niña tiene su fama muy bien ganada. Y usted también empieza a gozar la suya, en vista de ciertos hechos recientes.

Pero la poesía produjo siempre poco, y Glatigny, que había vivido una corta temporada en el Concierto del Alcázar improvisando versos, tuvo que volver á su antigua vida nómada.

Salí de la India para pasar á Europa, trocando las escenas salvajes por las arias y overturas de la civilización refinada; y á fe que no gané gran cosa con el cambio. La música inglesa, á juzgar por aquel concierto ruidoso, no es muy delicada ni noble.

Contó también el concierto que entre Preciosa y don Juan estaba hecho de aguardar dos años de aprobación para desposarse o no; puso en su punto la honestidad de entrambos y la agradable condición de don Juan. Tanto se admiraron desto como del hallazgo de su hija, y mandó él Corregidor a la gitana que fuese por los vestidos de don Juan. Ella lo hizo ansí, y volvió con otro gitano que los trujo.

Eres la verde guirnalda De la cabaña pajiza, Que vas marchando de prisa Con el pasado á tu espalda Y á tu frente el porvenir. Donde huye la tribu errante Y clava el hombre su planta, Tu cabeza se levanta Cual la de inmenso gigante Que está diciendo: «hasta aquí señalas las barreras Que dividen al desierto, Y oyes el vago concierto Que alzan las auras ligeras De la Pampa en el umbral.

Ninguna función particular debe prevalecer jamás sobre esa finalidad suprema. Ninguna fuerza aislada puede satisfacer los fines racionales de la existencia individual, como no puede producir el ordenado concierto de la existencia colectiva.

¡Vaya un concierto que nos están dando esos condenados de perros! ¡El perro que chilla es el que tiene la culpa! ¡Maldito!... ¡Condenado!... ¡Silencio, silencio, que ya se oye algo! ¡Qué se ha de oír!... ¡Maldita sea mi suerte! ¡Silencio, silencio! ¡Chis, chiis, chiiiiis! Los perros fueron callando uno en pos de otro cuando lo tuvieron por oportuno, y poco a poco se fue restableciendo la calma.

Unos treinta contenían las perreras y no fué mal concierto de ladridos el que armaron al precipitarse en tropel perdigueros y lebreles, mastines, galgos, sabuesos y podencos, de todos tamaños y colores. Detrás de los monteros y pajes que con sus voces aumentaban la algazara, veíase al noble señor de Morel, que contemplaba sonriente aquel animado cuadro.

De ver era los dos con el concierto Y ánimo feroz que combatian; Sin falta,

Ahora, las buenas señoras continuó Isidro , quieren que una noche el abate un concierto de piano, sólo para ellas... Ya han desistido de oírle una conferencia que estaba en proyecto. «El Cyrano de Rostand y el idealismo cristiano...» ¿Qué le parece el tema? ¿Se ríe usted?... Por algo lo alaban las buenas matronas, diciendo que es un cura moderno de lo más moderno.