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Sánchez Morueta hizo un gesto de extrañeza. ¿

Eso era lo que había herido sus ojos desde el primer instante, con tal extrañeza, que perturbó su visión. ¡Ay, estas flores!... Pasó el resto del día pensando en ellas. Al tenderse en su lecho, la obscuridad simplificó la maraña de pensamientos y dudas que se revolvía en su cerebro. Lo vió todo con una nitidez fría y cortante. «¡Ya ha sido

Se había olvidado de que la hija de Pep era una mujer. ¿Pero realmente aquella niña, aquella muñeca blanca e ingenua, podía gustar a los hombres?... Sentía la extrañeza del padre que ha enamorado en otro tiempo a muchas mujeres, y juzgando luego por su propia sensibilidad, no puede comprender que su hija inspire pasiones. Pasados algunos instantes ya no la vio así.

No diremos por esto que no le hubiese favorecido más omitir las citas, que á veces se encuentran en sus obras; pero la extrañeza, que nos causan á primera vista, desaparece casi siempre al recordar la reflexión enunciada.

Pero quiero suponer que desoyendo la experiencia y la razon, se empeña alguno en sostener que la sensacion de los dos círculos será la misma: voy á hacer palpable la extrañeza y hasta la ridiculez de esta opinion.

Suéltase entonces la carcajada en el corrillo, y empiezan los comentarios sobre el viejo, sobre el sombrero, sobre la calva, sobre el frac verde. Nada causa más risa que la extrañeza y el enfado del pobre; sin embargo, nada más natural.

Pocos días después, al entrar por la mañana en el aposento de Francisco Montiño el hombre que le asistía, le encontró sentado sobre la cama, mirando con extrañeza cuanto le rodeaba. ¡Dónde estoy! dijo ; ¡y mi mujer! ¡dónde está mi mujer! ¡dónde está mi hija! ¡y tan tarde, y sin haber acudido á las cocinas! El asistente le creyó más loco que nunca.

Laura se llena de confusiones, siendo mayor su extrañeza al notar que su padre llama Félix á Lisardo, y le ruega que inmediatamente se case con su hija.

Qué, ¿te parezco bien? dijo la madre, pavoneándose como una niña ante la admiración de su hija, que había conocido aquella moda y al verla resucitar inesperadamente, sentía la extrañeza que causa una resurrección histórica. Al moverse doña Cristina sonaba el subversivo fru fru de sus finas ropas interiores y se esparcían en el ambiente los perfumes que se había prodigado con cierta indiscreción.

Ya es hora de retirarse murmuró, dejando caer sus palabras sobre la cabellera que estaba al nivel de su pecho . Va á llegar la mala: la siento venir. Dile á Spadoni que se levante. Ella elevó sus ojos para mirarle con extrañeza. Parecía ebria; no acertaba á entender sus consejos. Y manifestó su negativa con leves movimientos de cabeza. Tenía fe en la propia suerte.