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Lisardo confía á su amigo otra historia amorosa de la misma índole, hallándose también enamorado de otra dama hace poco tiempo, y se separan luego ambos para acudir á sus obligaciones amorosas. El lugar de la escena cambia representando la casa de Laura, la amada de Don Félix.

Los celos de la prometida de Roselo, de la dueña, y diversos sucesos, que se oponen á la dicha de Lisardo y de Belisa, completan el desarrollo de la comedia, que es de las más interesantes y divertidas. La hermosa fea.

En el acto tercero, Lisardo y Don Félix han regresado á su domicilio; el desafío nocturno fué interrumpido por la llegada de algunas personas, deliberando ambos, entonces, cuál ha de ser su conducta en el estado en que se encuentran las cosas.

Penetraba por lo más sombrío de las enramadas, anhelando ver algún prodigio espantable, algún signo, algún aviso que le retrajese. Se acordaba a menudo del estudiante Lisardo, y ansiaba ver su propio entierro.

Diana oculta á su amante en un nicho inmediato á su aposento, en donde permanece muchos días, hasta que huye viéndose en peligro de ser descubierto. Los amantes acuerdan entonces usar de una nueva astucia, que promete ser el remate y corona de todas. Diana sale de su casa disfrazada y con velo, sin ser vista de su hermano, mientras la espera Lisardo.

Qué, ¿no se baila? preguntó la chica al terminar, haciendo girar el asiento para ponerse frente a nosotros . Pues yo voy a dar el ejemplo... Isabel, ven aquí; tócanos una mazurca. Y, sin más preámbulos, se cogió a Lisardo, y comenzaron a bailar, dando fuertes taconazos sobre los azulejos, sin reparar en la mirada furiosa, pulverizante, que su maestro de música le dirigía.

Bertrán, criado de Lisardo, se encarga del papel del médico, que sabe desempeñar á las mil maravillas; prescríbele la medicina consabida, y los dos amantes se aprovechan de ella para estrechar más sus relaciones; una vieja dueña, que debe cuidar de Belisa, y que al principio cumple su obligación rigurosamente, da después fácil oído á la conversación de Roselo, amigo de Lisardo, y éste y su amada, mientras tanto, se abandonan á su pasión sin estorbos.

Para el héroe legendario es una gran fortuna que un poeta de mérito se apodere de él, pero mayor fortuna aún es la del poeta que logra dar con el héroe. Don Juan debe mucho a Tirso, y Tirso más a Don Juan, Lisardo a Espronceda y Espronceda a Lisardo. Del mismo modo debe mucho Fausto a Goethe y Goethe a Fausto.

Cuando el anciano se aleja, llega el verdadero Don Félix: Lisardo le refiere lo sucedido, y el objeto laudable que lo guiaba, pero su amigo apenas lo escucha por haber recibido un billete de Laura, dándole una cita secreta; igual invitación recibe también Lisardo de Clara, y uno y otro no piensan en otra cosa que en la dicha que les aguarda.

Personajes, pues, por el estilo de FAUSTO, como en nuestra España, v. gr., Don Juan Tenorio y Lisardo el Estudiante, están llamados a ser joyas preciosas de todas las literaturas, y a inspirar los mejores dramas, óperas, novelas y poemas, que pueden componerse.