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Delante de ellos va una tartana con el equipaje de Azorín. Cuando han arribado a la estación, Azorín, como es natural, ha sacado el billete y ha facturado sus bártulos. De allí a un rato ha aparecido el tren. Sarrió le alarga a Azorín, subido al coche, la maleta; luego, con tiento, una cesta.

Mañana me iré repitió Julio, ensombrecido por este recuerdo. Pero se marchaba hacia el Sur, como todos los que huían de la guerra. En la mañana siguiente, Argensola se encargó de conseguir un billete de ferrocarril para Burdeos. El valor del dinero había aumentado considerablemente.

Preguntó mi mujer con picante curiosidad. Ese bedel, conserje ó lo que sea, contesté á mi compañera, me dice que vayamos al estanco, en donde nos darán un billete, cuya presentacion es indispensable para visitar el edificio. El billete en cuestion nos costará un franco á cada uno. Mi mujer agrió el gesto de un modo visible.

Y doña Manuela dijo esto con el mismo énfasis que si fuese la viuda de un hombre eminentísimo. Juan había vuelto con el cambio del billete en monedas de plata, y su presencia hizo variar la conversación. Doña Manuela habló de la cena que aquella noche daba en su casa.

Es indecible el desprecio que en tal instante le inspiraba el recinto de la famosa romería, donde no existe más verde que el de las botellas. Un hombre apareció por la parte exterior del coche, preguntándole: ¿Adónde va usted? A Lada. Bueno, entonces ya me dará usted el billete; no hay prisa... ¡Sr.

A pocos días recibimos un billete suyo, en que nos decía le siguiésemos los otros ocho, y después de algunos días de camino, por una humareda que vimos á los lejos, conocimos dónde estaba: y llegados, nos recibió con los brazos abiertos, pero en todo aquel día no tuvimos qué llegar á la boca.

Mordíase el joven el dorado bigotito, y no replicaba, la cabeza y los ojos bajos. ¿Qué vas a hacer, entretanto? preguntó la señora, recogiendo, con un movimiento de hombros, el mantón, que se caía. Y Quilito, fríamente, contestó: ¡No se incomode usted, que yo lo que debo hacer! Cogió un billete de veinte nacionales y pidió permiso para guardarlo.

Le satisfizo mucho encontrar en su bolsillo una monedita de cinco copecks para pagar el billete; se figuraba que los espías sólo llevaban monedas de cobre o billetes de Banco sucios, viejos, casi rotos; no se puede pagar a los espías en buen dinero; de lo contrario, serían gentes como las demás.

El labrador fué sacando de su faja toda aquella indigestión de ahorros que le hinchaba el vientre: un billete que le había prestado el amo, unas cuantas piezas de á duro, un puñado de plata menuda envuelta en un cucurucho de papel; y cuando la cuenta estuvo completa no pudo librarse de ir con el gitano al sombrajo para convidarle á una copa y dar unos cuantos céntimos á Monote por sus trotes.

Te pagaré el billete. ¡Quiá! No, señor repuso con candidez maliciosa . El empleado al dar el billete se fijaría en : muchas veces me han perseguido sin conseguir verme de cerca, y no quiero me tomen la filiación. ¡Feliz viaje, señorito! Es usted la más buena alma que he encontrado en el tren.