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Al contrario dijo don Andrés sonriendo con sonrisa algo forzada . Quien me falta eres . Dame una cita para verte en tu casa a solas y ya verás cómo no te falto. Todo será con recato y sigilo. Nada sabrán ni don Paco ni doña Inés, y no tendrán de qué quejarse ni de ti ni de . Llegaban en esto a la plaza, después de haber bajado la cuesta.

Me llamaba, para decirme que quería hablar conmigo antes de mi marcha, y para ello me pedía con adorable inocencia una cita que otra cualquiera, habría rehusado concederme de seguro si yo hubiera osado pedírsela.

Fue exacto a la cita, y mientras comenzaba el ensayo, nos paseamos algunos momentos por el teatro. Hablaba en un tono grave, y sin embargo, amable y espiritual; pero notábase fácilmente que se esforzaba en sostener la conversación, y que alguna otra idea le preocupaba. Nuestras más lindas cantantes y bailarinas iban llegando sucesivamente.

He recibido cita, para la apertura del testamento, del notario y de las personas designadas por la muerta como ejecutores testamentarios. La reunión se verificará mañana. Máximo de Cosmes a su hermano. Excepto unas mandas a los pobres, a ciertas obras de beneficencia y a los criados, la señorita de Boivic deja toda su fortuna, unos cuarenta mil pesos, a su sobrina Elena Lacante.

Titulábanse de «Santa Elena» y el «Cometa» y con ellos ganó el primer premio. En el mismo Libro de Propios se cita á Pedro Guerrero, autor de danzas, que quizás es el mismo que hizo «los escudos que se pusieron en la carrera de la procesión del Corpus» para que ante ellos representasen.

Ahora no había tiempo para nada.... Frígilis debía de estar ya en el Parque esperándole impaciente...». Pues señor, si en efecto son las ocho no he visto día más obscuro en mi vida. Y sin embargo, la niebla no es muy densa... no... ni el cielo está muy cargado.... No lo entiendo. Llegó Quintanar al cenador que era el lugar de cita.... ¡Cosa más rara!

Ese día experimentó contra ella un rencor profundo, como si Adriana hubiese faltado al compromiso de una cita.

Debían encontrarse á las cinco de la tarde en el pequeño jardín de la Capilla Expiatoria, pero Julio Desnoyers llegó media hora antes, con la impaciencia del enamorado que cree adelantar el momento de la cita presentándose con anticipación. Al pasar la verja por el bulevar Haussmann, se dió cuenta repentinamente de que en París el mes de Julio pertenece al verano.

Pero ¿qué piensas hacer, hija mía? ¿Qué frenesí es el tuyo? preguntó doña Inés, muy conmovida y cariñosa. Ya lo verás, si quieres contestó Juanita . Todo lo tengo pensado; mas no has de saberlo como no lo veas. ¿Y cómo? ¿Y dónde? Ven conmigo a mi casa. Sólo faltan algunos minutos para que llegue la hora de la cita. Con tu presencia me infundirás valor. Eso ya es otra cosa respondió doña Inés.

¡Ya veremos! contestó Maurescamp con bastante sequedad. Juana había asistido aquella mañana, como tenía por costumbre, a la lección de esgrima. Al salir notábase en ella un aire grave y meditabundo que no le era habitual desde que había empezado su nueva existencia. Todo el día estuvo pensativa. A la mañana siguiente, no faltó a la cita.