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Tienes razón, María dijo al cabo gravemente . Pero no podrás menos de concederme que algo indica y algo merece el amor propio que se doblega hasta hacer esta confesión, y que no es caritativo ni cristiano retirar a quien quiere salir del charco la mano que puede ayudarle... El padre Cifuentes añadió con triste sonrisa , con ser más romano que , me ha concedido ambas cosas.

Permaneció de pie, hasta que el criado hubo salido, y luego con solemne ademán preguntó a su amigo: ¿Vengo en mejor ocasión que anteayer? ¿Estás hoy dispuesto a concederme una audiencia? Amigo Felipe contestó Amaury, no me guardes rencor por esta pequeña dilación; harías muy mal en ello, pues ya pudiste advertir el otro día que no estaba yo para escuchar confidencias.

Todo lo he previsto, mi buena amiga... Es evidente que mi tía, que abriga sobre otros proyectos, se mostrará al principio muy irritada... Sin embargo, me parece que el cariño que me tiene no es grande, en tanto que es muchísimo su apego al nombre de familia, de que yo soy el único representante... Fundándome en esto, no desespero de traer a mi tía a la razón a fuerza de cariño y de buenos procederes... aunque no se me oculta que corro el riesgo de enajenarme su voluntad en el presente y quizás en el futuro... Faltaría a la verdad si no le confesase a usted que me sería doloroso renunciar a las esperanzas de mejor posición que por ese lado abrigo... pero aún es para más ingrato abandonar este proyecto de casamiento con su amiga de usted, en que fundo mi dicha... Todo lo que deseo es que la señorita de Sardonne acepte mis proposiciones dignándose concederme su mano, sin que entre en sus designios ser mañana la poseedora de una fortuna que puede muy bien escapársenos... ¿Puedo contar absolutamente con usted a fin de que le indique cuál puede ser nuestro porvenir si mi tía me deshereda?

?Tienes todavia que hacer alguna pregunta a nuestro augusto monarca o a sus vasallos? Ninguna. A Dios hasta la vista. ?Nosotros volveremos pues a vernos? ?Pero en donde, sobre la tierra? No importa; adonde tu quieras. A Dios, te doy gracias por el favor que acabas de concederme. ?Se acabara bien pronto el dia? Todavia falta una hora, y el sol va a ocultarse; todo nos anuncia una hermosa noche.

Quiero que vivas para que te muestres perfecta. En consecuencia, Señorita Guichard, ¿quiere usted hacerme el honor de concederme su mano? Clementina permaneció un momento inmóvil, vacilante, bajo aquel golpe tan inesperado. Un temblor nervioso agitó sus labios y no pudo responder.

Yo me quedaré aquí, porque el rey se niega a concederme el permiso que yo le había pedido, dignándose decirme que le soy útil y hasta indispensable, y rogándome, por lo tanto, que me quede. ¿Qué podía responder yo? El ruego de un rey es una orden para el vasallo. » Es usted muy malo, papá dijo Magdalena, puesto que prefiere agradar al rey a darle gusto a su hija.

¿La gente impresionable puede entonces comunicar una impresión conforme a la realidad? Esta vez, no pude menos de reirme. Vezzera me miró de reojo y se calló por largo rato. ¡Parece me dijo de pronto que no hicieras sino concederme por suma gracia su belleza! ¿Pero estás loco? le respondí. Vezzera se encogió de hombros como si yo hubiera esquivado su respuesta.

Pues ni eso poco me concedes: ya ves que no puedes concederme menos... y es natural, muy natural, que lo sienta; y sintiéndolo, que te lo diga; lo cual no debe extrañarte, porque también me querrás sincero antes que falso... ¿No es así, Nieves?... En este supuesto, todavía tengo que decirte más, y te digo que es cierto que nunca te vi entusiasmada con tu primo; pero que también es verdad que lo de ese disgustillo de que te acabo de hablar, es cosa nueva en ti: desde que estamos en Peleches.

Esperó un momento la vizcondesa, y viendo siempre a aquel impasible y mudo: Señor Fabrice le dijo estrechando las manos del artista , ¿me dejará usted partir sin concederme una frase de esperanza?... Ya su honor está a salvo... ¡Tenga usted piedad de su hija!... ¡Tenga piedad también de la pobre culpable!... ¡Ha sufrido y sufre tanto!... ¡Ha expiado y expía con tanta usura su pecado!... ¡Y si aun me atreviera a añadirle algo!...

Sólo contenía estas palabras: «Vuestra Majestad me prometió ayer concederme todo lo que le pidiese; pido gracia para la condesa de Pópoli y su esposo. »Debajo, y escrito por la misma mano del Rey, se leía: «Concedido.