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Porque Cobo, en literatura ¡caso raro! , estaba por lo espiritual, lo delicado. En las novelas deben ponerse cosas agradables, puesto que se escriben para agradar. Esto decía con notable firmeza, resollando al hablar como un caballo de carrera. Los demás asentían.

Regalábame la mujer con cuidado y habíame dicho que sólo sentía que fuese farsante, porque yo había fingido que era hijo de un gran caballero, y dábala compasión. Al fin, me determiné de escribirla lo siguiente: CARTA «Más por agradar a V. Md. que por hacer lo que me importaba, he dejado la compañía; que, para , cualquiera sin la suya es soledad. Ya seré tanto más suyo cuanto soy más mío.

Si se me preguntase cuál es en resúmen mi opinion respecto del palacio de verano, diría, á riesgo de no agradar á los artistas admiradores ni á los españoles que se jactan de un monumento debido á una civilizacion perseguida por la España católica: Lo que resta de la Alhambra, que es una fraccion nomas, es curiosísimo, pero no grande ni noble: es lindo, pero no bello.

Deploraba amargamente el haber venido. Las esperanzas que Isabel me había dado parecíanme ahora infundadas, ridículas, engendradas sólo por su deseo frívolo de agradar a todo el mundo. Presa de una angustia indecible, sofocado también por aquel ambiente abrasador, al cual no estaba acostumbrado como los demás, me sentía desfallecer.

Toda su ambición se reducía a divertirse y agradar sin exceso, como el ave que vuela sin saberlo y canta sin esfuerzo. Aquella noche, había vuelto de paseo, cansada y algo indispuesta: se había quitado el vestido y puéstose una sencilla blusa de muselina blanca. Sus brazos blancos y redondos asomaban por los encajes de sus mangas perdidas: se había olvidado de quitarse un brazalete y las sortijas.

Nadie sabía servir a los amigos con tanta eficacia como Pez, de donde le vino la opinión de buena persona. Nadie como él sabía agradar a todos, y aun entre los revolucionarios tenía muchos devotos. Su carácter salía sin estorbo a su cara simpática, sin arrugas, admirablemente conservada, como ciertas caras inglesas curtidas por el aire libre y el ejercicio.

Los que sólo chapurreaban unas palabras las repetían con acompañamiento de sonrisas amables. Se notaba en todos ellos un deseo de agradar al dueño del castillo. Va usted á almorzar con los bárbaros dijo el conde al ofrecerle un asiento á su lado . ¿No tiene usted miedo de que le coman vivo?... Los alemanes rieron con gran estrépito la gracia de Su Excelencia.

Yo me quedaré aquí, porque el rey se niega a concederme el permiso que yo le había pedido, dignándose decirme que le soy útil y hasta indispensable, y rogándome, por lo tanto, que me quede. ¿Qué podía responder yo? El ruego de un rey es una orden para el vasallo. » Es usted muy malo, papá dijo Magdalena, puesto que prefiere agradar al rey a darle gusto a su hija.

Conocía por su «distinguida amiga la señora Talberg» muchas de las aventuras náuticas de Ferragut. A él le interesaban los hombres de acción, los héroes del Océano. Ulises notó de pronto en su noble interlocutor un afecto caluroso, un deseo de agradar semejante al de la doctora. ¡Hermosa casa aquella, en la que todos se esforzaban por hacerse simpáticos al capitán Ferragut!

-Ea, buen Sancho -dijo la duquesa-, buen ánimo y buena correspondencia al pan que habéis comido del señor don Quijote, a quien todos debemos servir y agradar, por su buena condición y por sus altas caballerías. Dad el , hijo, desta azotaina, y váyase el diablo para diablo y el temor para mezquino; que un buen corazón quebranta mala ventura, como vos bien sabéis.