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Actualizado: 26 de junio de 2025


Refirió entonces Maxi un pasaje curiosísimo y reciente de la historia de la tal Mauricia, que había sido contado aquella misma tarde, después de la cura, por el Sr. de Aparisi, uno de los que solían ir de tertulia a la botica. «Pues esa buena pieza, en una de las tremendas borrascas que le produce el maldito vicio, fue recogida de la calle por los protestantes, que tienen su capilla y casa en las Peñuelas». Enterose doña Guillermina, la señora esa que pide para los huérfanos de la calle de Alburquerque, y lo mismo fue saberlo, que volarse... Vean ustedes.

Todavía mencionaré un monumento en extremo curioso, que es una de las obras de estilo morisco mas interesantes en ese arte de la escultura plástica y pintoresca que los Moros tenían tan avanzado en el siglo XIV. Me refiero á la Casa de Pilato, edificio curiosísimo que hoy pertenece á los duques de Medinaceli.

El interior de las cámaras, en medio de una sesion, es un espectáculo curiosísimo.

Curiosísimo es el bando que en 1569 hizo publicar la ciudad sobre los esclavos, confirmando una ordenanza, cuyo documento se conserva en el Archivo Municipal en la Colección de Papeles Importantes, tomo I.

No puedo resistir al placer de transcribir algunos párrafos, verdadera excepción en el tono general del libro, y en los que describe a Fort-de-France, en la Martinica: «Las fantasías más atrevidas de Goya, las audacias coloristas de Fortuny o de Díaz, no podrían dar idea de aquel curiosísimo cuadro.

¡Oh! Santa Teresa es un curiosísimo caso de alucinación. El doctor Charcot hubiera sacado gran partido de ella a haber vivido en su tiempo respondió Sánchez reflexivamente. Hubo algunos instantes de silencio. Los dos fisiólogos meditaban.

Me saqué el sombrero y saludé con respeto a aquel mártir, que salía de los salones de París, para ir a reinar sobre la isla tropical. Las fantasías más atrevidas de Goya, las audacias coloristas de Fortuny o de Díaz, no podrían dar una idea de aquel curiosísimo cuadro.

Ni con el mayor bienestar que con el sueldo de Sol en el colegio había entrado en la casa, se contentaba doña Andrea; y a veces se dio la gran injusticia de que aquella hermosura que ella tanto mimaba, y que desde la infancia de la niña cuidaba ella y favorecía, se la echase en cara como un pecado, que le llevó un día a prorrumpir en este curiosísimo despropósito, que a algunas personas pareció tan gracioso como cuerdo: «Si Manuel viviera, no serías tan hermosa». Enojábase, doña Andrea, cuando oía, allá por la hora en que Sol volvía con una criada anciana del colegio, la pisada atrevida del caballo de cierto caballero que ella muy especialmente aborrecía; y si Sol hubiese mostrado, que nunca lo mostró, deseos de ver la arrogante cabalgadura, fuera de una vez que se asomó sonriendo y no descontenta, a verla pasar detrás de sus persianas, es seguro que por allí hubieran encontrado salida las amarguras de doña Andrea, que miraba a aquel gallardísimo galán, a Pedro Real, como a abominable enemigo.

Decía, en 1629, el Padre Maestro Fray Benito de Peñalosa y Mondragón, en un curiosísimo libro que dio a la estampa, que el ser España muy católica y muy monárquica, y el tener otras tres excelencias más, causaban su despoblación y su ruina. Lo mismo asegura Buckle, en perfecta consonancia con el Padre Peñalosa, a quien ha adivinado y no leído.

Era, otrosí, derrengada, La derribaba un resuello... Puede decirse que aquello No era perra ni era nada. D. Ricardo Cascarilla tiene también composiciones felicísimas de ese género; sobre todo, a mi juicio, un curiosísimo diálogo con el Salto de Tequendama, a quien presenta un literato español, de paso por Colombia.

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