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Todo era un mal ensueño. Estaba seguro de despertar en la cama, rodeado de las comodidades familiares de su camarote. Y cuando abría los ojos, la realidad le hacía prorrumpir en órdenes desesperadas, que obedecían los africanos maquinalmente, como si estuviesen dormidos. «¡No quiero morir!... ¡no debo morir!», clamaba en su interior una voz de bronce.

El mismo Luis Quijada, mayordomo de la Princesa regente, no pudo llegar hasta unos días después, por el fatal estado de los caminos; todo lo cual puso al Emperador de malísimo humor y le hacía prorrumpir en desabridas quejas, no pudiendo sufrir verse en tal especie de desamparo el que tan acostumbrado estaba á mandar y ser servido.

Ver á unos infieles instruídos pocos días antes en las cosas de nuestra santa fe, y aún no reengendrados en las santas aguas del bautismo ser ya predicadores del Evangelio; y una nación que no mucho antes había respiraba sólo fiereza, verla con una mudanza propia de la diestra del Altísimo, humillada á los piés de Cristo; de lo cual no pudo contenerse el venerable Padre sin prorrumpir en un llanto tiernísimo, todo de alegría, y no cesaba de dar mil gracias á Dios con tanto mayor fervor cuanto aquel beneficio había sido más fuera de toda esperanza.

El padre de las Moñotieso las hacía enrojecer y prorrumpir en risotadas semejantes a cocleos de gallinas, relatándolas al oído cuentos impúdicos. Eran más de veinte para la cena, y apretados en torno de la mesa, comenzaron a comer los platos que Zarandilla y su mujer servían con gran dificultad, pasándolos por encima de las cabezas.

Feliciana era la hija única del Mosco, el famoso cazador de Tetuán, y su compañera una muchacha de Bellasvistas, a la que aquélla recogía todas las mañanas para ir juntas al trabajo. El nombre del Mosco hizo prorrumpir al trapero en exclamaciones de admiración. Aquel era un hombre. Quitaba el sueño a toda la gente del Real Patrimonio.

Así que, no era fácil que la gentilísima dama pasara inadvertida como en las calles del centro. Las miradas de los que cruzaban como de los que se estaban quietos posábanse con complacencia en ella. Se hacían comentarios sobre los primores de su traje por las comadres, y se decían chistes espantosos por los nauseabundos mancebos, que hacían prorrumpir en rugidos de gozo bárbaro a sus compañeros.

Nos detuvimos bastante rato contemplando la campiña al través de cada uno. Aquellos paisajes azules, rojos, amarillos, que alguna vez se ven en sueños, hacían prorrumpir en exclamaciones de alegría o disgusto a mis compañeros. Voy a enseñarles a ustedes la salida del manantial nos dijo Isabel.

El novillo suelto, persiguiendo a las jornaleras ebrias, hacía prorrumpir en ruidosas carcajadas a una juventud que, bebiendo vino, desbravando caballos y discutiendo mujeres, esperaba el momento de heredar la riqueza y la tierra de todo Jerez... ¡Pero, qué buena sombra tenía el tal Luis! ¡Y pensar que ellos no habían presenciado aquella broma!

Se fue a una joyería y compró una sortija con tres brillantitos en forma de trébol: total sesenta duros. La hermosa chula también aceptó este regalo con un gozo que le hizo prorrumpir en exclamaciones. Aquella tarde estuvo amabilísima y jovial como nunca. Mas he aquí que a la tarde siguiente la decoración había cambiado por completo.

Esta última consideración penetró tan agudamente en su espíritu, que la hizo prorrumpir en un sinfín de gracias y bendiciones, que permanecieron encerradas en el corazón sin brotar a los labios. Sus labios estaban mudos, inmóviles como los de la esfinge, sin osar reproducir por medio de sonidos los inefables pensamientos que cruzaban por su mente. Escuchaba dentro de mil voces suaves que le hablaban, pero sin comprender lo que decían: sentíase suspendida por unos delicados brazos, que sin cesar la acariciaban y advertía cerca, aunque sin verla, como la presencia de un ser sobrenatural que la consolaba con su aliento. Entonces se persuadió de un modo repentino a que el Señor la amaba. Vio claramente con los ojos del espíritu que el esposo acudía ya a la voz de la esposa y no deseaba más que unirse a ella para enriquecerla y regalarla eternamente. Ya estaba cerca: lo sentía a su lado y se deshacía en ansias de verle; pero