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Saltó de la cama, buscando entre sus ropas en desorden el bolso de mano, que contenía una carta. Quería leerla una vez más, comunicar á alguien su contenido con el impulso irresistible que arrastra á la confesión. Era una carta que su hermano le había enviado desde los Vosgos. Hablaba en ella de Laurier más que de su propia persona.

Ella continuó cantando; pero de repente, como si mi ser se hubiera hecho sentir del suyo, a pesar de que no me veía, de que no la tocaba, de que no producía el menor ruido, de que contenía mi respiración, volvió la cabeza y me miró de una manera profunda, tranquila, con una de esas largas miradas que sólo duran un momento, y luego espiró el sonido del piano, y ella se puso pálida, contuvo un grito, se levantó y quedó inmóvil delante de .

La cocina era inmensa, y la hacía parecer mayor aún de lo que era el negro brillante de sus paredes, que no permitía ver líneas ni contornos, ni, por consiguiente, dónde concluían el techo y el pavimento y comenzaba la obscuridad del vacío. ¡Y grande necesitaba ser aquella pieza para contener lo que contenía!

Mirábame éste y miraba al santo, y tornaba á mirarme después con cierta expresión de complacencia, mientras yo contenía á duras penas la risa que me excitaba el fatalísimo gusto de mis primas, que habían hecho, con fervorosa y cándida intención, un ídolo chino de una de las imágenes más poéticas y sencillas de nuestro culto.

Si no te hubieras soterrado en tu dolor como un topo en su cueva, si no hubieras huido ante todo rostro humano, sabrías desde hace tiempo lo que hasta los gorriones se cuentan en los techos: que en la mañana de su muerte, yo recibí una carta de ella... , tío, de ella... ¡Oh, amigo mío! Me estás rompiendo los huesos. Escúchame primero tranquilamente. Y le contó lo que contenía la carta.

Alá te guarde, señor mío. »Esto decía y contenía el segundo papel.

Vamos para arriba dijo el banquero alegremente, sin dejarle terminar su saludo . Su capitalito ha aumentado en un cincuenta por ciento. Tiene usted ya treinta mil pesetas. El hombre, pálido de emoción, se contenía para no arrojarse al cuello de don Ramón y comérselo a besos. ¡Gracias, muchas gracias! Es usted mi padre.

En efecto, El Noticiero de la semana siguiente contenía unos versos muy libres, en contestación al poema de la moderna Safo, que se atribuían a la mujer de un jefe piel-roja, seguido de un brillante elogio firmado «A. S. S.»

Esta, hinchando enormemente las ventanillas de la nariz, los ojos bajos, el resuello fatigoso, oía y se amordazaba y contenía sus ganas furibundas de hacer o decir cualquier disparate.

Uno de sus enemigos. ¿Pero sabía usted lo que contenía esa bolsita? Jamás me lo quiso decir fue la respuesta del capuchino, mirándome de lleno a la cara. Sólo me dijo que su secreto estaba encerrado dentro de ella... y tengo motivos para creer que así era. ¿Pero usted conocía su secreto? le interrogué, con los ojos fijos en él.