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Sólo á través de las ramas bajas de los árboles se veían pasar los techos de carruajes y tranvías. Cerró la noche y ella no vino. Al día siguiente Miguel volvió, pero discretamente, sin despertar la curiosidad de los tenderos, permaneciendo largas horas en aquella plazoleta de ciudad vieja, sin otro testigo que la mujer melancólica que ofrecía sus periódicos en un kiosco sin parroquianos.

Algunos sillones mecíanse solos, como si quisieran juguetear entre ellos al verse sin ocupación; las mesas, abandonadas, crujían ladeándose lo mismo que en las evocaciones de espíritus. Sólo quedaba en las ventanas un débil resplandor lívido: la luz eléctrica descendía conquistadora de los techos, invadiendo hasta los últimos rincones.

De cada diez casas seis por lo ménos os llamarán la atencion por sus extrañas formas, sus techos puntiagudos, sus fachadas triangulares, sus balcones esculpidos, sus curiosas ventanas superpuestas ó pareadas de un modo singular, sus muros compuestos de trozos de madera conbinados en forma de red, sus tejados que parecen madrigueras de ratas ó palomares amontonados en desórden.

Los primeros pobladores vivieron en cuevas, cavadas en la barranca; pero poco á poco fueron edificando casas, generalmente dispuestas sin órden: todas son chicas y con poca comodidad, pero sanas; las paredes son de adobe, y los techos de teja. La nueva poblacion es un cuadro de casas iguales, edificadas como á dos cuadras y media al E del fuerte; tres costados no mas se acabaron.

Era un pequeño chalet de grandes ventanas y levantados techos de tejas rojizas. María Teresa había sido casi su arquitecto, pues, cuando su construcción fue decidida, exigió que se copiase fielmente cierta casita pintoresca salida de la imaginación fantástica de Kate Greenway. La noche huía, el día asomaba.

La verdad es que el título era hereditario y pasaba de padres a hijos. La casa era obra notabilísima. El acueducto y el tallado de los techos, en uno de los cuales se halla modelado el busto del almirante que la fabricó, llaman preferentemente la atención.

Algunas formas rectangulares iban apareciendo, aquí y allá, como suspendidas en la atmósfera. Los techos insinuaban su confusión en tonos lechosos, más o menos intensos. El canónigo sentía nacer y flotar una confianza nueva, una bondad respirable, una media luz gozosa y virginal, que él asemejaba a la claridad que la eucaristía difunde en el alma.

Los techos fueron de lacerias ó de parihuelos pintados por sus tres caras, al claroscuro, con fantasías platerescas, combinadas con motivos sarracenos; y en las tabicas los monogramas góticos de ihs xps. ó María. Piñas ó racimos estalactíticos dorados completaban la decoración.

Podrá ser... Pero es más probable que sea en las paredes, o, un suponer, en los techos, entre las vigas... Me parece que tienes razón. Lo mismo puede ser arriba que abajo.

Ciento veinte y cuatro escalones tenía que subir D. Francisco por la escalera de Damas para llegar desde el patio al piso segundo de Palacio, piso que constituye con el tercero una verdadera ciudad, asentada sobre los espléndidos techos de la regia morada.