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Actualizado: 20 de mayo de 2025


En el primer piso, bajando del cielo, con vecindad de gatos y vistas magníficas a las tejas y buhardillones, vivía la señorita Obdulia; su casa, por la anchura de las habitaciones destartaladas y frías, hubiera parecido convento, a no ser por la poca elevación de los techos, que casi se cogían con la mano.

Algunos techos de paja cuelgan hacia la calle como rubios cabellos humedecidos. Las puertas se abren, una a una. Al pasar junto a las rejas se aspiran monjiles sahumerios recién encendidos en los estrados. Aquí y allá, un brazo desnudo asoma sin rumor entre las celosías y riega los albahaqueros. Oyese la tímida canturria de las esclavas que lavan los patios y los zaguanes.

Donde quiera casas de igual altura, con puertas, ventanas, techos, piedras y colores matemáticamente iguales en todo y por todo; de manera que cada cuadra parece una sola casa, y que al volver cada esquina cree uno haber comenzado á recorrer de nuevo la misma calle que acaba de transitar.

Oyó rugidos de agonía, gritos, carreras precipitadas en el techo. Tal vez el obús, con su furia ciega, había despedazado á muchos de los moribundos que ocupaban los salones. Temió quedar enterrado en su refugio, y subió á saltos la escalera de los subterráneos. Al pasar por el piso bajo vió el cielo á través de los techos rotos.

Cuando concluyó la oración del alba, la reunión se disolvió, nos despedimos del digno alcalde y de los futuros esposos, quienes se quedaron con él a concluir la velada, así como otros muchos vecinos; y nos fuimos a descansar, andando apresuradamente, porque a esa hora, como era regular en aquellas alturas, durante el invierno, la nieve comenzaba a caer con fuerza, y sus copos doblegaban ya las ramas de los árboles, cubrían los techos pajizos de las cabañas y alfombraban el suelo por todas partes.

Las casas ó poblaciones son de estacas de tres varas, y cueros de caballos, por los lados y techos, que ellos les llaman suca y nosotros toldos. En cada uno vive una familia, y en medio de dichos toldos tiene el cacique su habitacion, la que no es fija, pues en un parage viven un mes, en otros quince dias ó veinte, con cuyo motivo es difícil dar con ellos.

No quieren darme por ella ni la vigésima parte de su valor; pero mientras se presenta un extranjero que desee realmente adquirirla, estoy dispuesta á vender los pavimentos y los techos, que es lo único que vale algo, para que no sufras apuros y nadie ponga en duda el honor de tu nombre.

Leía, tendido en un sofá de mi escritorio y en el momento en que García Mérou se inclinaba a mostrarme un pasaje del libro que recorría; se lo vi vacilar entre las manos, mientras sentía en todo mi cuerpo un estremecimiento curioso. Nos miramos un momento, sin comprender, el tiempo suficiente para que los techos, cayendo sobre nosotros, nos hubieran reducido a una forma meramente superficial.

Nunca he tenido un cochero mejor... El cañonazo no había sido más que una señal; luego, la cosa es por todas partes, a la derecha, a la izquierda; no se ven más que techos incendiados, haces de fuego, torres chispeantes, y el parque se ilumina con una hermosa claridad verde... En una palabra, mi viejo Ilgenstein se ha convertido en un verdadero castillo encantado.

Lejos corre, seguida del crío, una potranca; Un carabao lustroso en un charco se estanca; En su lomo una garza hace una nota blanca. Un río desenrosca las eses de su tripa, Y asoman, allá en donde su curva se disipa, Las manchas trapeciales de unos techos de nipa.

Palabra del Dia

condesciende

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