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Tal vez , porque todo ese secreto de que rodeaba su domicilio, podía atribuirse al hecho de que a un capuchino no le es permitido poseer casa alguna fuera de su convento. Esas visitas a Florencia, de tarde en tarde, era probable que las hiciera cuando lo mandaban a recorrer la campiña para recoger las donaciones y limosnas de los contadini, que se destinan para los pobres de la ciudad.

El P. P. Fray Bernardo Arades, Dominicano &c. El Reverendo P. Fray Pedro Juan Nicolau, Mínimo. El Padre Fray Pedro Aliaga, Capuchino. Añadióse el Padre Sebastián Sabater, Rector del Colegio de San Martín, de la Compañía de JESUS. A Rafael Valls, mayor. El Reverendo Padre Rafael Riutort, Provincial de los Mínimos &c. El P. Presentado Fray Vicente Pellicer, de Santo Domingo.

Por sus facciones, facciones duras, más bien siniestras, y su barba canosa y enmarañada que conocía por haberla visto una vez en Inglaterra, comprendí que ese era el hombre con quien Burton Blair debía haber celebrado la entrevista secreta; pero, contrario a lo que yo esperaba, me hallé que vestía el tosco hábito carmesí y el grueso cordón del monje capuchino, presentando una figura triste y silenciosa en su actitud de pie y con los brazos cruzados, mientras el sacerdote, en su espléndida vestidura, murmuraba las oraciones.

Por lo demás, como Doña Antonia no tenía voluntad ni opinión, y de todo se le importaba lo mismo, francamente no era gran prueba de sumisión y deferencia en Lucía el no discutir nunca con su madre, salvo sobre el capuchino, y alguna que otra vez, aunque raras, acerca de la Virgen de Araceli.

La conexión que parece existir entre el difunto Cardenal Sannini y fray Antonio, el capuchino de Lucca, es extraña observé. ¿Estará el monje en posesión del secreto? cavilo yo. No hay duda de que él tiene algo que ver con este asunto, como lo demuestran sus constantes consultas con Dawson. Es indudable dijo Reginaldo, dando vuelta a las cartas sin objeto.

Y sus ojos fueron a buscar, entre las mil preciosidades que adornaban el estudio, una admirable cabeza, pintada por Pantoja, de un capuchino muerto, en cuyo rostro resplandecía esa serena calma que deja impresa la muerte, como señal de predestinación, sobre la frente de los justos.

En cuanto á director espiritual, Doña Antonia tenía á un capuchino fervoroso y elocuente, cuya fama eclipsaba entonces la del P. Jacinto, el cual, como más tibio en el predicar y en el reprender, no hacía tantas conversiones ni traía al redil tantas ovejas descarriadas como su cofrade barbudo.

O Eminencia Negra, como quieras. ¡No te entiendo! Richelieu tenía un consultor capuchino á quien llamaban Eminencia Gris; pues éste lo es del General... ¿De veras? Como que lo he oido de alguno... que siempre habla de él mal detrás, y le adula cuando le tiene delante. ¿Visita tambien á Capitan Tiago?

En toda la provincia de Toscana, ya sea en la choza del pobre, ya en el palacio de un príncipe, el paciente, humilde y caritativo fraile capuchino es bien acogido; en la casa de todo contadino está siempre preparado para él un pedazo de pan y una botella de vino, y en las villas y palacios de los ricos encuentran siempre un lugar en la sala de los sirvientes.

Ambos nos habíamos dado cuenta rápidamente de que el desconocido, aun cuando de contextura más bien delgada, era extraordinariamente muscular. Y este era el hombre que celebraba esas frecuentes entrevistas secretas con Fray Antonio, el grave monje capuchino. Había demostrado que no nos tenía miedo, por la manera audaz con que había venido a vernos, y la franqueza con que nos había hablado.