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Actualizado: 22 de junio de 2025


El efecto de mis palabras sobre el corpulento capuchino, cuya figura parecía casi gigantesca, debido al grosor de su poco artístico hábito, fue tan curioso como inesperado. El anuncio de la muerte de Blair pareció dejarlo totalmente enervado.

Reginaldo y yo nos habíamos quedado completamente confundidos y mudos en presencia de aquello. Al principio creí que estaba viviendo en un mundo encantado de leyendas y romances, pero cuando un momento después el áspero capuchino me recordó lo pasado, mi asombro fue ilimitado. ¡El secreto de Burton Blair estaba descubierto... y era mío!

Es extraño, también, que a sólo tres millas del lugar indicado viva en el monasterio capuchino fray Antonio. ¿Quién es fray Antonio? preguntó Hales, quien contemplaba aún las cartas con toda atención. Le expliqué, y el anciano se sonrió, pero yo conocí que en la descripción del monje había reconocido a uno de los amigos de Blair, de los años pasados.

Me miró, con sus ojos llenos de aflicción, adivinando la compasión que había despertado en ; luego volvió su mirada hacia el capuchino, hacia ese hombre de cara dura y barba canosa que poseía la clave del secreto de Burton Blair. Yo permanecía de pie detrás de la pesada columna, inclinado reverentemente, pero alerta.

No te quiero yo a montón, ni te pretendo y te sirvo por lo de barraganía; que más bueno es mi designio. Coyundas tiene la Iglesia que son lazadas de sirgo; pon el cuello en la gamella; verás como pongo el mío. Donde no, desde aquí juro, por el santo más bendito, de no salir destas sierras sino para capuchino.

Supe las desgracias horrorosas que sucediéron á la señora baronesa y á la hermosa Cunegunda, y júrole á vm. que no ha sido ménos adversa mi estrella. Quando vm. me vió era yo una inocente; y un capuchino, que era mi confesor, me engañó con mucha facilidad: las resultas fuéron horribles, y me vi precisada á salir de la quinta, poco después que le echó á vm. el señor baron á patadas en el trasero.

Parece que el Ceco, tiene la costumbre de parar en la vieja posada de la Croce di Malta, viniendo acompañado algunas veces de su hija, una joven muy linda. ¿De dónde suelen venir? ¡Oh! todavía no he podido averiguar eso contestó Babbo. Sin embargo, parece que las constantes visitas de el Ceco al monasterio capuchino, han despertado el interés público.

El Virrey 14 de Navarra mandó contra ellos una columna. La columna no derrotó a nadie... como siempre; pero cogió a D. Carlos, que estaba en el convento de frailes franciscos, , , y juntamente con un sobrino de Santos Ladrón y un capuchino, a quien sorprendieron haciendo cartuchos, le llevaron a Estella.

Le expliqué, en breves palabras, lo que había descubierto en Italia, refiriéndole mi encuentro con el monje capuchino y nuestra curiosa conversación. Jamás le hablar de él a mi padre me dijo. ¿Qué clase de hombre es? Se lo describí lo mejor que pude, y le conté cómo lo había conocido en una comida dada en su casa, durante su ausencia en Escocia con la señora Percival.

De las averiguaciones que a la mañana siguiente hizo el viejo Babbo en la Cruz de Malta, resultó evidente que el señor Ricardo Dawson, fuese quien fuese, venía a Lucca constantemente, y siempre con el fin de visitar y consultar al popular monje capuchino.

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