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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Id 1431 Alfon Garcia Jardín, T. de reposteros 1442 Juan González Beniste y Manuel López, Ts. de oro y de sirgo 1450-53 Miguel de la Cueva y Diego Fernández Ts. de terciopelo 1475-79 Anton de Alanís y Daniel Sánchez, Ts. de oro y seda 1478 Siglo XVI
La veste se cerraba sobre un coleto fuerte y robusto, que abultando algún tanto las espaldas, concluía en la misma muñeca defendiendo el brazo. Una valona azul, si no erizada, al menos con mucho engrudo, le encanutaba el cuello; y un sombrero campanudo de copa, galán con plumas, ancho de faldas, y éstas tomadas por delante con cuatro puntos de sirgo dorado, ponían cabo y fin a la tal figura.
«Luego adelante iva un gran Castillo que dezian la Rueda, é una Torre alta en medio, é otras cuatro torres á los cantos, é la de enmedio era foradada fasta ainso, é enmedio iva una Rueda muy grande en que ivan quatro donzellas, é en cada una la suya que dezian que eran las quatro virtudes, Justicia, é Verdad, é Paz, é Misericordia, é en cima de la gran Torre de medio estava un assentamiento de silla, é iva en ella sentado un Niño vestido de paños Reales de Armas de Aragon é una Corona de oro en la cabeça, é en la mano una espada desnuda de la baina, que parecia Rey é estava quedo, que non se movia de suso de sus pies, la rueda se movia, é las Donzellas ivan en ellas dezian, que eran á significanza de los cuatro que demandavan los Reynos de Aragon, é las quatro Virtudes ivan en las Torres, que ivan vestidas de paños blancos de Sirgo broslado de oro, é cada una de aquestas iva cantando á Dios todos loores del Señor Rey é de la ecelente fiesta, é cada una dezia una copla, que yo torné en palabras Castellanas; la primera dixo, que era Justicia, que ella encomendava, é la segunda, que era Verdad, la cual cantando dixo que ella avia, é era en su poder, la tercera Paz loava en su canto su paciencia é por ende mucho le ensalçava, la quarta era Misericordia que mucho lo loava por misericordioso é por Sabio é discrepto é muy sesudo; é Justicia llevava una espada en la mano, é Verdad llevava unas balanças, é Paz unas Palmas é Misericordia llevava un cetro.»
Entrabanse las horas por el dia, A cuya luz con distincion mas clara Se vió del gran bagel la bizarria. Ancoras echa, y en el puerto pára, Y arroja un ancho esquife al mar tranquilo Con musica, con grita y algazara. Usan los marineros de su estilo, Cubren la popa con tapetes tales Que es oro, y sirgo de su trama el hilo.
No te quiero yo a montón, ni te pretendo y te sirvo por lo de barraganía; que más bueno es mi designio. Coyundas tiene la Iglesia que son lazadas de sirgo; pon tú el cuello en la gamella; verás como pongo el mío. Donde no, desde aquí juro, por el santo más bendito, de no salir destas sierras sino para capuchino.
-No -dijo creyendo a su imaginación, y esto, con voz que pudiera ser oída-; no ha de ser parte la mayor hermosura de la tierra para que yo deje de adorar la que tengo grabada y estampada en la mitad de mi corazón y en lo más escondido de mis entrañas, ora estés, señora mía, transformada en cebolluda labradora, ora en ninfa del dorado Tajo, tejiendo telas de oro y sirgo compuestas, ora te tenga Merlín, o Montesinos, donde ellos quisieren; que, adondequiera eres mía, y adoquiera he sido yo, y he de ser, tuyo.
Los árabes fueron nuestros maestros y sus tradiciones arraigaron de tal suerte en la Península, que hasta el primer tercio del siglo pasado, por lo que á Sevilla respecta, pudimos envanecernos de que fuese esta ciudad famosa entre las productoras de los más apreciados tejidos, representados por aquellas riquísimas telas de seda y oro llamadas por los musulmanes marabique tartari, zarzahan, ricornás, samit, ciclatón; sirgo y otras, algunas de las cuales empleáronse en las mortajas de San Fernando y de su hijo el infante Don Felipe, y en las más estupendas, que atavían la momia del gran arzobispo Don Rodrigo en su sepulcro de Sta.
¡Que todavía das, Sancho -dijo don Quijote-, en decir, en pensar, en creer y en porfiar que mi señora Dulcinea ahechaba trigo, siendo eso un menester y ejercicio que va desviado de todo lo que hacen y deben hacer las personas principales que están constituidas y guardadas para otros ejercicios y entretenimientos, que muestran a tiro de ballesta su principalidad...! Mal se te acuerdan a ti, ¡oh Sancho!, aquellos versos de nuestro poeta donde nos pinta las labores que hacían allá en sus moradas de cristal aquellas cuatro ninfas que del Tajo amado sacaron las cabezas, y se sentaron a labrar en el prado verde aquellas ricas telas que allí el ingenioso poeta nos describe, que todas eran de oro, sirgo y perlas contestas y tejidas.
Palabra del Dia
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