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Actualizado: 7 de septiembre de 2024


Aguilas, de gran mal anunciadoras, Partios, que ya el aguero vuestro entiendo, Ya el efecto, contadas son las horas. Con todo, el sacrificio hacer pretendo Desta inocente victima, guardada Para aplacar el dios del rostro horrendo.

Al mismo tiempo Juan pone una cara muy afligida, y llevándola dentro del portal del Fiel Contraste, le dice: «Me he arruinado, chica, y para mantener a mis padres y a mi mujer, estoy trabajando de escribiente en una oficina... Pretendo una plaza de cobrador del tranvía. ¿No ves lo mal trajeado que estoyFortunata le mira, y siente un dolor tan vivo como si le dieran una puñalada.

Ignoro, y no pretendo investigar aquí, de qué doctrinas filosóficas, religiosas o irreligiosas, sociales y políticas, expuestas en prosa por pensadores extranjeros, o de qué exaltadas composiciones poéticas, venidas de otros países, proceden el sentir y el pensar de don Eduardo Marquina. Claro está que no tiene principio en él el impulso que le mueve.

Entonces no me necesitas para nada. ¡Está bien! exclamó con impaciencia. Pero cambiando súbitamente de intención, se me puso resueltamente delante y con ruda energía me increpó: Eres estúpido, injusto e insolente. ¿Qué te has creído?... ¿que pretendo sorprenderte? ¡Bonito oficio me atribuyes! ¡No, querido!

De este celeste Amor imagino y pretendo yo estar herido. ¿En qué contraría, en qué desluce o esteriliza semejante enamoramiento el propósito que pudo tener el Padre Ambrosio al remozarme?

En fin, para que no te rías y para que no pienses que pretendo lucir mi estilo poético, te diré que llegué a Lisboa. Durante la navegación, sin embargo, tuve una aventura harto notable. Y como este escrito tiene trazas de confesión general, no me parece bien que se quede en el tintero, y voy a contártelo aquí aunque me exponga a tu reprobación y a tu censura.

No te quiero yo a montón, ni te pretendo y te sirvo por lo de barraganía; que más bueno es mi designio. Coyundas tiene la Iglesia que son lazadas de sirgo; pon el cuello en la gamella; verás como pongo el mío. Donde no, desde aquí juro, por el santo más bendito, de no salir destas sierras sino para capuchino.

Entendedme; las verdades, cuando las lleva un correo, llegan verdades sopladas, y ganan ciento por ciento. Pero volviendo á nosotros, ¡mal hayan, amén, los versos! se me escapan como el flato. ¡Juro á Dios!... ¡Guardad, Quevedo! Decís bien; no está en mi mano; es ya enfermedad de perro; comezón, archimanía. ¿Qué buscáis aquí? Pretendo... ¿Lo véis? vos tenéis la culpa. ¿Yo la culpa?

¡Lo ve usted cómo se ofende!... Lo que yo pretendo preguntarle es si, teniendo usted en su mano fabricar un mundo bueno, poblado de seres felices, eternamente felices, crearía usted por capricho otro lleno de dolores, de tristezas, de amarguras, daría usted vida a unos pobres seres, malos y buenos, por el gusto de recompensar a los buenos y castigar a los malos.

La Corte y la nobleza. La juventud española. Escenas matinales. Las calles de Madrid. El Prado. El teatro español. El café público en España. Tendencias sociales. No pretendo en manera alguna centralizar la sociedad española, bajo todas sus faces, en Madrid.

Palabra del Dia

jediael

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