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Jamás hasta entonces se preocupó del porvenir que cupiese en suerte a la mujer por él abandonada. Y ahora... ¡qué diferencia entre el estúpido diálogo en que estaba engolfado con su propio pensamiento y el que a tales horas pudiera tener con Cristeta!

Por eso te gusta. Todos los hombres sois lo mismo en eso de cambiar las orejas por el rabo. Mira, Emilito añadió cogiéndole una mano, yo tenía que reñirte mucho, hablarte muy seriamente, decirte cosas muy amargas ... pero no puedo, tengo un corazón tan estúpido que para todas las ofensas encuentra disculpas.

Por disposición testamentaria, hecha pocos días antes a ruegos de su mujer, hereda ésta su enorme fortuna; y no quiero decirte qué vida se estará dando con ella y con lo mucho que ya tenía propio. Leticia y Sagrario, las inseparables amigas, me traen el recuerdo de otra amiga de las dos, que me gustaba a mi mucho, por cierto: Nica Montálvez, la hija del estúpido marqués...

Servíale a su hombre, con el mejor vino que encontraba, y lo miraba mientras él comía disimulando su apetito con nuevas quejas: ¡Esto es una porquería!... Apenas si puede probarse... ¡Es estúpido que no tengas nada mejor, cuando Niní convida con champaña y gallina a Sansón, el hombre de las pesas falsas y de los músculos postizos!

Inspeccionó la mesa con aire alegre, tomó la sopa sin cesar de hablar, felicitó a Susana por su cocina y lanzó verdaderos gritos de júbilo a la aparición del pavo. Es preciso convenir, señor cura dijo, que la vida es una dulce invención y que Heráclito era un estúpido de marca mayor. No hablemos mal de los filósofos respondió el cura, suelen tener algo bueno.

Pero ¿por qué? preguntó José. ¿Y lo pregunta usted todavía, majadero? Cuando no se sabe portarse como una persona, no se debe alternar con los demás. Yo creía que era usted un estúpido, pero no tanto. Cacochipi, por primera vez en su vida, se sintió ofendido.

El maldito hábito de la timidez era la causa de aquel silencio estúpido. Porque la mirada de doña Lupe ejercía sobre él fascinación singularísima, y teniendo mucho que decir, no lograba decirlo. «¿Pero qué diría yo?... ¿Cómo empezaría yopensaba fijando la vista en el retrato de Torquemada y su esposa, de bracete.

Perdóneme usted que la moleste, querida amiga dijo juzgando de una ojeada la situación, pero la culpa la tiene un sueño, un estúpido sueño... He soñado que se había usted torcido un pie o que le había pasado algo que le impedía atravesar la plaza... Sería un contratiempo lamentable, pero nadie está obligado a lo imposible... Debe usted de reírse de mi credulidad... Perdónemela usted... Si soy tan indiscreto es con buena intención... Voy ahora al castillo, y en el caso de que tuviera usted que darme alguna comisión... nadie duda de la palabra de un notario...

Quise desvanecer el celaje que envolvía mi inteligencia haciéndome estúpido, y me pregunté si lo que acababa de presenciar era reproducción de aquella burla de mis sentidos que poco antes me había hecho ver una mano en un pedazo de papel y oír mi nombre en el chirrido de una puerta.

Se me figuró que al despedirme hizo un gesto de desprecio, ¡Dios mío, que estúpido soy! Agosto 2. Cuando creí que iba á encontrarla fría y seria por mi necedad de ayer, recibí la deliciosa sorpresa de hallarla más amable y jovial que nunca. Jamás se acaba de entender á esta clase de mujeres; pero estos vaivenes y misterios son los que más encienden el amor.