United States or Nicaragua ? Vote for the TOP Country of the Week !


Cada cual tenía sus negocios y sus horas. Entre tanto, Pepe Guzmán continuaba siendo amigo de la casa y visitándola de vez en cuando. ¡Y pásmate ahora otra vez!: a los ocho meses de casada, tuvo la hermosa Nica Montálvez una niña como unas perlas.

Lo sabe, y no se extraña de ello... ni debe extrañarse, puesto que él la preparó para esas caídas y para otras que lógicamente han de seguirlas, sin un milagro de Dios. Hasta ahora no es Nica Montálvez, en ese particular, una mujer viciosa; pero llegará a serlo, por educación, como sus amigas lo son y lo han sido por naturaleza.

Cuando más en punto estaba el idilio, se presentó el traidor de la comedia: un banquero estúpido y feo y más ladrón que Brunelo, con dos avaricias insaciables: la del dinero y la de los blasones. Ambas cosas debían de abundar en casa de Nica Montálvez, sobre todo desde la muerte de su abuelo, un traficante muy listo que dejó al imbécil de su yerno una renta de cincuenta mil duros.

Pareciole demasiado crudo el concepto a Verónica, a juzgar por la cara que puso, y dijo, con miedo de escuchar algo peor: De manera que, para complemento de la teoría, es también de necesidad algo de matrimonio. Indispensable, Nica. ¡Como que es... la patente de corso! ¡Jesús, qué chica ésta! exclamó Verónica, verdaderamente asombrada.

Por entonces comenzó a llamársela la Montálvez, llaneza que acreditaba su bien adquirida popularidad, como en otro tiempo la había acreditado, entre la juventud de rechupete, otra llaneza, algo más fina y culta: Nica Montálvez. Lo cierto es que Madrid se llenó de cosas de la Montálvez, y que hasta las que rodaban por tertulias y cafés sin madre conocida, se le atribuían a ella.

Digo, pues, que este Pepe Guzmán entretenía aquella noche a Nica Montálvez cuando se acercó a ella su amigo Gonzalo Quiroga con la consabida embajada, y añado, para decirlo pronto, puesto que ha de saberse más tarde o más temprano, que el tal Guzmán era aquel algo que Verónica exceptuaba de los molestos arrullos amorosos que pasaban sobre ella, sin sentirlos, como el viento sobre las rocas; aquel «algo en que detener la imaginación y con que apacentar los deseos, que existía en el ancho círculo de sus relaciones sociales». Y es de saberse también que, a aquellas fechas, aún no se habían cruzado los primeros fuegos de la batalla entre la dama y el galán.

Como Nica lo pudiera remediar, no salía de allí; y no por el chiste, precisamente, ni mucho menos por los discursos políticos, sino porque había, en lo que pudiera llamarse núcleo de esa tertulia, algo que tenía su lado pintoresco y su lado interesante para una observadora como ella.

Estas ausencias pusieron a Nica en gravísimos apuros en muy señaladas ocasiones. ¡Pues digo!... ¿Y estás seguro de que sean ciertas esas explotaciones... decorosas? Segurísimo; así como de que han sido muy contadas. ¿Dónde está, pues, ese fondo «honrado y decente, que la concedías antes? Donde debe estar.

Fue a parar a donde van todos los pícaros gordos que huyen de la justicia de su patria: a los Estados Unidos; y allí murió dos años después, de un torozón que le evitó ser linchado, y cuando comenzaba a recoger el fruto de una empresa que había fundado en compañía de otros dos estafadores a la alta escuela. ¿De manera que también Nica Montálvez está viuda? También viuda y también muy guapa.

Por disposición testamentaria, hecha pocos días antes a ruegos de su mujer, hereda ésta su enorme fortuna; y no quiero decirte qué vida se estará dando con ella y con lo mucho que ya tenía propio. Leticia y Sagrario, las inseparables amigas, me traen el recuerdo de otra amiga de las dos, que me gustaba a mi mucho, por cierto: Nica Montálvez, la hija del estúpido marqués...