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Al principio, mucho; después, ni una palabra. Vivían en Madrid los dos juntos, recatándose de la gente, en santa tranquilidad, como si fuesen marido y mujer. Esto duró algún tiempo, y yo misma, al saber tales cosas, dudaba de mi malicia, pensando si el muy condenado se habría vuelto buena persona y acabaría casándose con Sagrario. Pero al año se terminó todo.

D. Felicísimo también recibió con alegría la noticia, porque la colocación de su nieta había llegado a parecerle problema poco menos difícil que la cuadratura del círculo, y Doña María del Sagrario echó un gran suspiro que interpretado libremente expresaba las infinitas gracias que daba a Dios la buena señora por verse libre pronto del inaguantable genio de su sobrina.

Al poco tiempo fué preso, y en el manuscrito de Efemérides sevillanas, de donde tomo esta noticia, se lee: «Al cabo de veintiún meses de prisión en el castillo de Triana, lo degollaron y dieron garrote en el mármol de la Cuadra, y pasadas dos horas lo enterraron en el Sagrario, acompañándole más de quinientos clérigos y muchos religiosos de todas órdenes, y un grande acompañamiento del cuerpo

Todos aquellos hombres, habituados a las faenas de la iglesia, lentas, regulares, calmosas y con largos intervalos de descanso, admiraban la nerviosa actividad de Sagrario. Se va usted a matar, criatura decía el viejo manchador del órgano . bien lo que es eso. Algo parecido hago yo, ¡dale que dale a los fuelles!

Así conoció a Leticia Espinosa y a Sagrario Miralta, vástagos ambas de la más encumbrada aristocracia española, las cuales habían entrado en el colegio un año antes que ella. Leticia, contra lo que su nombre declaraba, era una morena triste, o, mejor dicho, serena y algo fría, como esos días de otoño, de poco sol, de que tanto gustan los espíritus contemplativos y melancólicos.

Revolvió aquí un poco en el sillón el lindo cuerpo la interrogada, y, después de vacilar un instante, respondió con gran desparpajo a su amiga: Verdaderamente que no me he puesto nunca a mirar el caso por ese lado; pero muy ilícito no debe de ser, cuando tanto se usa. ¿Qué es lo que tanto se usa, Sagrario?

La aparición de Sagrario había causado cierto trastorno en la vida de Luna. Era más comunicativo; olvidaba la reserva que se había impuesto al refugiarse en el regazo de piedra de la iglesia; ya no se esforzaba por callar, ocultando sus pensamientos. La presencia de una mujer parecía animarle, despertando su antiguo ardor de propagandista.

Acaso no sea superfluo decir algunas palabras acerca de la instrucción de nuestro poeta. No es difícil, sin duda, encontrar en sus obras tantos anacronismos y errores geográficos como en las del gran poeta británico. En La virgen del Sagrario, dice un obispo del siglo VII: Africa, América y Asia, Son las tres de que no tengo Necesidad: Herodoto Las describe con su ingenio.

«Y ahora siguió Santa Cruz, muy bien empaquetado entre sus sábanas , despídete de tu novela, de esa grande invención de dos ingenios, Ido del Sagrario y José Izquierdo... Vamos allá... Lo último que te dije fue...». Fue que se había marchado de Madrid y que no pudiste averiguar a dónde. Esto me lo contaste en Sevilla. ¡Qué memoria tienes!

Habló de la honra de la familia, de que si Sagrario regresaba no podrían vivir en la catedral las personas decentes, y él no permitiría que su hija se asomase a la puerta de la casa; y el muy ladrón todos los días le roba cera a la Virgen y estafa a las devotas tomando dinero por misas que nunca se dicen. Así le luce el pelo y está tan gordo..., con tanto honor.